Casi siempre la urgencia está asociada a la prisa, a la necesidad de actuar rápido ante cualquier suceso imprevisto; muchas veces implica celeridad porque se debe auxiliar a un accidentado, o asistir al alumbramiento de una nueva vida, pero esta vez por la COVID-19, la mayor premura es mantener la calma, en casa.
El llamado al aislamiento físico por las máximas autoridades sanitarias del mundo para evitar la propagación de la pandemia que supera ya los tres millones de personas contagiadas y más de 217 mil 500 fallecidos, debe resultar hoy la decisión apresurada que todavía algunos no comprenden.
Las experiencias de Italia, España y la reciente de Estados Unidos, actual epicentro de la enfermedad con un tercio del total de infectados con el nuevo coronavirus, dejan una lección de cuán importante es el socorrido distanciamiento, al cual aluden científicos, políticos, gobernantes, analistas, personal de salud y funcionarios públicos de los países afectados con este azote.
También lo hacen quienes sufren la pérdida de familiares y amigos, con testimonios desgarradores publicados en las redes sociales por las víctimas que cobra hoy la COVID-19 en toda la geografía mundial, donde los contagios y fallecimientos aumentan diariamente.
En Cuba el llamado a mantenerse en casa como práctica de vida que impone el contexto epidemiológico, encontró oídos receptivos en la gran mayoría y las acciones de prevención y control implementadas contribuyen a cumplir con el aislamiento.
Sin embargo, a punto de entrar en la etapa en que debe ocurrir el pico de la pandemia en el país, según se anunció por un equipo multidisciplinario, todavía la presencia de personas en las calles es significativa, y en ocasiones sin otro motivo que salir a la esquina, visitar a la peluquera para arreglarse el cabello o practicar deportes en lugares públicos.
Otros desoyen la obligatoriedad del uso del nasobuco, o del distanciamiento, reunidos aunque sea en pequeños grupos de tres, cuatro o cinco.
Esas conductas negligentes aún suceden, haciendo caso omiso a la prudencia, la cual ante todo debe partir de la convicción personal sobre cómo puede afectar a sí mismo, a su familias y a los demás, una actitud indiferente, desobedeciendo las orientaciones de las máximas autoridades de quedarse en el hogar.
Permanecer el mayor tiempo posible en las viviendas constituye en la actualidad lo más urgente, para que la emergencia de mañana no sea la noticia de nuevos contagiados o fallecidos por la epidemia, y para que no cuente un cubano más en las estadísticas de muertos por el nuevo coronavirus en el mundo. (Por Yaniuska Macías Rivera, ACN)