Quien llega hasta su casa y percibe la vitalidad de Virgen María Sánchez Rodríguez, no sospecha la difícil prueba que un día la vida le puso en su camino al enfrentar una neuropatía periférica que le dejó sin movilidad sus piernas. Sin embargo, sus ansias de continuar y el arte de tejer el yarey encendieron en ella la esperanza y la fortaleza para seguir.
Su morada en Bayamo, está llena de disímiles creaciones. Con esa fibra vegetal diseña vestidos, jabas, sobrecamas y desde un anillo hasta un arete. Muy pocos hacen un trabajo similar en el país, y esa exclusividad nació después de su convalecencia en 1999. Al cabo de dos años recuperó varias habilidades y cuenta que por esa época soñó con una penca de yarey.
Su hijo le buscó una cuchilla apropiada y entonces se decidió a hacer una jaba. “La primera me salió feísima”, confiesa. Pero su voz interior la alentó y tejió la segunda, esa sí le quedó bien. Después no se detuvo y hasta ahora celebra más de 15 años de fructífera existencia.
Tal vez hubiera sido más fácil utilizar el hilo, porque desde muy pequeña aprendió a tejerlo, pero como es algo que casi todo el mundo escoge, ella optó por el reto de asumir lo diverso.
“La agresividad del yarey ha mantenido mis manos vivas, es el único ejercicio que puedo hacer, los fisiatras no se atreven a ponerme otros. Dice mi médico que a estas alturas me imaginaba postrada y sin mover una cuchara; actualmente lo hago todo en una cocina”, comenta.
Poco a poco ha develado los secretos de esta fibra, conoce sus partes más duras y frágiles, las escoge, combina y acomoda hasta lograr la nueva pieza que lleva en mente.
“Todos los diseños están dentro de mí y cada uno es diferente, me es imposible hacerlos iguales aunque me lo pidan. A veces pienso que mis musas se han ido a dormir porque estoy terminando algo y no se me ha ocurrido nada, pero no, siempre surge una nueva idea,”afirma.
Otros elaboran escobas, algo que Virgen nunca ha podido concebir, me explica que quizás entiende mucho mejor los tejidos complejos, en estos se precisa destreza y perfección al combinar los puntos santo domingo, roseta, engarce…
“Mis deseos de vivir son inmensos, estoy luchando por los 120,” me confirma entre risas. Aún la adversidad que ha vivido no opaca la ternura, multiplicada entre su familia y miembros del proyecto Juana Moreno, del cual forma parte desde sus inicios.
A finales del 2011, representó a este grupo de artesanas y artesanos en la Feria nacional de Arte Popular celebrada en Ciego de Ávila, de allí trajo para la provincia el primer premio.
“Todavía no me lo creo, fue muy emocionante cuando me dieron la noticia, este lauro y la medalla Del esfuerzo, la Victoria, aquí, han sido momentos muy especiales”.
Pero en casa guarda con orgullo otros tantos reconocimientos que elogian su quehacer como creadora en la Asociación Cubana de Limitados Físico Motores, y en otros eventos.
No solo la voluntad de Virgen le han ayudado a escalar cada peldaño, ha tenido a su lado el cariño y la complicidad de su compañero, que aunque no la secunda en el tejido del yarey, sí comparte con ella la elaboración de figuras de papier maché.
Así los dos encuentran la armonía en el goce cotidiano de compartir anhelos, y él se sabe vencedor en los triunfos de ella.
Pero no siempre los caminos fueron llanos, muchas miradas discriminatorias la intentaron frenar, pero esas personas despertaron únicamente su compasión.
La singularidad de sus obras no solo sorprenden a sus coterráneos, algunos se las llevan a sus países como un recuerdo auténtico, otros las han recibido en donaciones que esta artesana ha enviado a España, Italia, Japón, México, Venezuela, Brasil y Portugal.
Ella no esconde su don, tiene proyectado impartir talleres de tejido del yarey cuando cree las condiciones, quiere compartir cuanto sabe, así el milagro en el yarey podrá despertar en otras manos.