Atrás quedaba la ciudad ardiendo. Luego de acariciar por unas semanas la libertad anhelada y ante la posibilidad inminente de ver otra vez la comarca en manos españolas, prefirieron dejarle solo las cenizas.
La elección de los habitantes de Bayamo, aquel 12 de enero de 1869, mostraba a las claras la forja de un sentimiento que crecía vigoroso en los corazones de quienes se habían alzado en armas el 10 de octubre de 1868, y habían convertido a la ciudad en la capital de la revolución en ciernes.
La quema, que dispersaría fuera de la próspera urbe a cerca de 10 mil personas y devoraría gran parte de lo edificado, devino símbolo de rebeldía y heroísmo.
El holocausto hablaba de cuánto estaban dispuestos a entregar aquellos hombres y mujeres. Ese acto doloroso de perder todo cuanto se posee y luego asumir una vida precaria, constituyó una muestra del lugar cimero donde se colocaba la Patria y una expresión práctica de la forja de nuestra nacionalidad.
Su alcance trascendió el tiempo, y brilla como antorcha en nuestra cubanía. Bayamo se convirtió en monumento y al evocar el suceso renacen en alegorías, cantos, pinturas y versos, los voces patriotas: “Quemadla antes de verla esclava”.
Hoy, creadores locales rememorarán la efeméride con la gala Volver al fuego, dirigida por Juan Cedeño Oro. En las jornadas previas investigadores de varios centros culturales han dedicado espacio a profundizar en el legado histórico de aquellos próceres que dejaron sus lecciones para la posteridad.
A 147 años del incendio, somos continuadores de esa tradición que salva de la desmemoria los valores de una generación que ofrendó junto a las llamas, su amor incondicional en defensa de la libertad.