Fueron los egipcios quienes dieron vida a la balanza, cuando el comercio devino una de las actividades más relevantes, especialmente, el intercambio de productos, y fue preciso pesar y medirlos antes de su venta.
Apareció así, una columna con astil atado a una cuerda y dos bandejas en los extremos, una, para colocar la mercancía, y la otra, la pesa del valor convenido.
A aquel primitivo invento lo siguieron otros, ¿quién sabe cuántos? transformado por cada civilización, pero desde el principio, tal medición impuso a la par, la vigilancia de las normas de medida.
En el foro (zona comercial) de las ciudades romanas, por ejemplo, mantenían en custodia religiosa la mensa pondedaria, banco de piedra o mármol con cavidades de diferentes tamaños según patrón legal, y con agujeros por donde pasaba el producto pesado.
La bendita tabula mensaria, como igual la llamaron, servía para verificar y contrarrestar las medidas y pesos, y proteger a los ciudadanos de comerciantes sin escrúpulos, ¡viejo el asunto!
Venían siendo aquellas como las actuales balanzas de comprobación, aunque, en las nuestras, rara vez el peso rectificador difiere del de la venta, una extraña coincidencia que deja en el cliente doble sensación de haber sido timado
¿HISTORIA SIN FIN?
Hacía tiempo no se hablaba, al menos en espacios oficiales, de tales cuestiones. Volvieron a tocarse con fuerza a finales del 2015, en las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, cuando diputados cubanos de las comisiones Agroalimentaria, Salud y Deporte, y Atención a los servicios dieron cuenta de una reciente fiscalización a la certificación de esos utensilios.
“Lejos de venir a plantear los avatares que enfrenta la población todos los días”, inquirió entonces el holguinero Rafael Ramos, “lo que queremos es saber cómo piensa el país resolver las dificultades con los instrumentos de medición”.
Afloraron fenómenos nuevos, como el del famoso cubo para medir materiales de la construcción, y el pote de yogurt para los ajíes en el mercado no estatal, entre las inventadas unidades de medida; también otros muy viejos, presentes en las unidades visitadas, como el 25 por ciento de los instrumentos están rotos, y el 40 por ciento sin certificar.
El deterioro por años de explotación y la poca capacidad de fabricación, reemergieron entre las causas de ese anómalo, herido -así lo entendemos- más por la subjetividad que por la carencia.
Es el mismo panorama de mayo de 1999, cuando investigamos el tema y publicamos en este medio de prensa, un artículo titulado La pesa es la culpable.
Entonces las balanzas también estaban rotas y viejas, era difícil reponerlas, y los encargados de calibrarlas y verificarlas no tenían recursos suficientes.
En aquel tiempo, era frecuente encontrar pesas fuera de cero, pilones colgantes con monedas en su interior en lugar de plomo, ponderales sin el peso establecido.
Hoy el modus operandi cambió, pues los operarios bien saben de nuestra incultura (y resignación) metrológica.
Algunos ahora colocan primero el producto en el plato, luego buscan el peso moviendo malabaristicamente el pilón cursor, o nos venden lo mismo en libras que en kilogramos, mientras nosotros permanecemos como pescados en nevera. Por ahí se cuelan los nuevos timos.
EL CONTROL
Antes, los inspectores no tenían l conocimientos para detectar errores, y quienes los descubrían no estaban facultados para aplicar sanciones.
Ahora, asegura Enilber Arévalo Espinosa, director de la Unidad Territorial de Normalización de Granma (UTN), esta tiene ambas misiones, y hacer valer la obligatoriedad de las entidades, de verificar periódicamente los instrumentos y de utilizar los modelos aprobados.
Mas, la unidad, por insuficientes transporte, combustible y neumáticos, el pasado año, realizó dos mil 599 servicios al Comercio minorista, solo el 57,7 por ciento de los demandados. De los instrumentos revisados, inicialmente el 13,6 por ciento se declaró no apto para el uso, y luego de recibir ajustes y reparaciones, el 6,3 por ciento quedó inhabilitado.
“Los instrumentos, concuerda Arévalo Espinosa, son sometidos a un trabajo fuerte, sin mantenimientos ni reparaciones periódica¨.
¿Y LAS VIOLACIONES?
En el período, la UTN, también con un menguo equipo de inspectores (cuatro), aplicó 60 obligaciones de hacer y 37 multas, con una cuantía establecida de 300 pesos, nada fuerte a consideración de quienes se sienten constantemente escamoteados.
¿Qué se controla?, la utilización de medios sin verificar o con fecha de verificación vencida, causas de las multas, y que hasta cierto punto pudieran cuestionar los afectados, pues a todos no puede asegurársele el servicio, ¡ah!, pero en ese caso, están precisados a solicitarlo a otras provincias, las cuales tal vez sufran igual que nosotros.
Los nuevos timos, por su parte, no se cazan, y ríen, todo apunta, en terreno de nadie.
CANTOS DE LA DIGITALIZACIÓN
A finales de la década dellos años 80 del pasado siglo, el bayamés Politécnico General Luis Ángel Tamayo Milanés implementó el sistema internacional de unidades (de libra a kilogramo), emprendió su proyecto de las balanzas, diseñó la BM-10, y con sus técnicos en formación y sus recursos, fabricó más de 20 mil. Mas, el Período Especial le malogró el sueño.
En el 2012, recuerda Delio Manuel Jiménez López, director del plantel, el gobierno mostró interés en reanudar el proyecto, pero faltaban recursos, y eso no estaba entonces en el objeto social de la escuela.
“Estas pesas no son nada del otro mundo -se refiere a su accesibilidad productiva- , son a base de aluminio, bronce y tornillería; no sé por qué las rechazan¨.
En tanto, en el 2015 el grupo de Comercio en Granma compró 32 balanzas a un particular, incluso, con precio muy superior al de las fabricadas por el Politécnico.
El instituto cuenta, además, con balanzas patrones, útiles para verificar las medidas de masa de toda la provincia, y no se aprovechan, lamenta el educador.
Además, ha formado muchos técnicos en normalización, metrología y control de la calidad, y ajuste herramentista, a saber por dónde andarán, mientras hoy también se habla de que cada organismo debiera tener una estructura creada para asegurarse sus propios servicios de mantenimiento, reparación y calibración, y así, la UTN podría inspeccionar, es decir ser solo juez, y no también parte.
Según Jiménez López, el propósito podría reemprenderse con un proyecto de iniciativa local, no definido, y hasta tal vez poco probable, pues la solución del problema mira a la introducción de balanzas digitales, porque son más fieles, difíciles de alterar, y marcan el peso.
Ese proyecto de digitalización es nacional y se planteó sustituir todos los instrumentos del 2015 al 2017.
Sin embargo, de las más de 300 solicitadas aquí en el 2015 no entró ninguna, informó Antonio Silveira Aldana, especialista de Normalización, Metrología y Control de la Calidad en el GrupoEmpresarial de Comercio en el territorio, y está por ver si traen las 300 planeadas para este año.
En tanto, nos embelesan los cantos de sirena de la digitalización, ¿no podríamos mejorar con esas oportunidades de la batalladora era mecánica, todavía al alcance de la mano? Por nuestras carencias, sabemos que ese propósito puede demorar más tiempo, entonces podrían priorizarse inicialmente las pesas de comprobación.
También valdría la pena crear primero estructuras,para cuando lleguen los modernos instrumentos tener donde darles mantenimientos y repararlos. Si no pensamos en eso, nos estaríamos buscando -como ha sucedido con consabidos artículos- otro novedoso problema.
PARABIENES SARA…. BUEN TEMA ….