Los últimos días de la dictadura de Batista

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Por Osviel Castro Medel | 31 diciembre, 2017 |
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El 28 de diciembre de 1958, en Palma Soriano, Fidel Castro Ruz se entrevistó con el mayor general Eulogio Cantillo Porras, jefe del Primer Distrito Militar, ubicado en Santiago de Cuba y que contaba con unos cinco mil soldados.
En ese encuentro,  ocurrido  en el antiguo central Oriente, el líder de las pujantes fuerzas rebeldes le propuso al uniformado subordinar sus tropas a los guerrilleros para incorporarlas a la Revolución, ya casi triunfante.

Como era inminente el éxito de los barbudos, Cantillo aceptó el planteamiento de Fidel y expresó que antes debía trasladarse en avión a La Habana. Entonces el Comandante en Jefe aprovechó para exigirle varias condiciones: evitar a toda costa un golpe militar, impedir la huida de La Bestia -Fulgencio Batista- y no contactar con la Embajada de Estados Unidos.

El general hizo exactamente todo lo contrario. Ayudó a escapar al dictador entre la noche del 31 de diciembre y el primero de enero 1959  y hasta se autoascendió a Jefe del Ejército; fue una traición tremenda porque si llega a cumplir su palabra Batista hubiera sido capturado y juzgado por todos sus crímenes. En realidad este 31 de diciembre es recordado como la última jornada de la oprobiosa dictadura, instaurada el 10 de marzo de 1952.

No obstante a la felonía de Cantillo, el Ejército Rebelde continuó su cerco a Santiago de Cuba y el primer día del mencionado año pudo entrar victorioso a la ciudad, sin disparar un tiro. Se proclamaba el Triunfo de la Revolución luego de dos años y 30 días de guerra.

La historia de los mambises en 1898 daba un giro distinto esta vez.

De cualquier modo, otras poblaciones todavía estaban en poder de las huestes de los llamados casquitos. Bayamo  era una de ellas. Allí, “por donde comenzó todo”, como han dicho varios historiadores e intelectuales, radicaba el Puesto de Mando de operaciones del Ejército contra los rebeldes.

Por lo tanto, era un bastión muy fuerte, dotado de incontable armamento y de miles de hombres. Eso explica por qué la ciudad, siendo tan heroica, no cayó en manos insurgentes días antes.

Esas últimas fechas de 1958 fueron muy tensas en esta región; el régimen se desplomaba, pero arreciaba las medidas para intentar perpetuarse; por eso los festejos para esperar el año resultaron esporádicos en Bayamo.

Finalmente, el 2 de enero de 1959, luego de pactar la rendición de los militares en el Cautillo Club, a unos 14 kilómetros del centro urbano, la Ciudad Antorcha vería la luz de la libertad.

Fidel presidió las conversaciones para la capitulación y también entró como guía al frente de la Caravana de la Victoria, surgida en Santiago, el primero de enero.

Una historia nueva estaba por contarse en Bayamo y en Cuba toda.

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