Media luna tiene un sitio al que se le debe venerar y visitar como a un lugar sagrado, porque en el nació la flor más autóctona de la Revolución. Ella pudo llamarse Rosa, Jazmín o Mariposa, pero decidieron bautizarla Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley, profetizando en su nombre la eterna vocación por los más desvalidos y desdichados.
Allí a la orilla de la carretera que atraviesa el costero municipio se yergue su casa natal, convertida hoy en museo y en inmueble de gran valor patrimonial e histórico.
Cuando conmemoramos el aniversario 37 de la desaparición física de esta relevante combatiente, ningún lugar tiene tanto derecho como el museo Casa natal de Celia Sánchez Manduley para rendir tributo a la heroína de la Sierra y el llano.
Por eso en estos días se observa el ir y venir de pioneros, jóvenes, adultos y ancianos en sus locales, en los cuales también se debate y conversa sobra la vida de la ilustre medialunera.
Hermosas fotos que rememoran el aniversario 30 de la visita de Fidel a la institución museológica, engalanan la exposición transitoria “Memoria de una visita”.
La proyección de documentales, mayormente inéditos, deleita la vista de los que llegan interesados en conocer la fascinante historia de la singular y fiel ayudante de Fidel.
El aniversario de su muerte constituye un pretexto para recordarla y premiar a los pioneros que mediante la poesía, el dibujo y la composición reflejaron su impresión sobre la excepcional guerrillera, a cuyo homenaje también se suman los artistas de la localidad.
En estos días la hermosa mujer convertida en flor renace entre sus coterráneos, porque la recordación es un acto de alumbramiento. Donde nació la madre afectiva y protectora de millones de cubanos, su vigencia es perenne, porque el museo Casa natal se ha consagrado a eternizar su figura.