Nunca ha pretendido elogios, ni mucho menos que lo ubiquen entre los entrenadores más capacitados del béisbol en Granma, aún aspirando al título de Doctor en Ciencias, a sus 34 años de edad.
De hecho, su presencia entre los miembros del cuerpo técnico de los Alazanes pasa casi desapercibida para aficionados, incluso para técnicos y directivos. Tal vez, porque a Luis Ernesto González Escalona no le gusta llamar la atención.
Sin embargo, ese joven entregado -por más de 10 años en alma y cuerpo- a la formación de peloteros, sobre todo de lanzadores, resulta obligada referencia entre sus discípulos, “gratifica que algunos de gran nivel y otros de diferentes provincias tengan la mejor opinión de mí; eso te dice que vas por buen camino”, asegura.
“Lo más importante es que el atleta se supere, ellos son el espejo de uno como entrenador. Pero es una tarea algo ingrata, dejas la vida al sol y en un terreno, y, a veces, las cosas no salen como quieres, dependen de muchas variables ajenas”, argumenta el segundo preparador de pitcheo de los vigentes campeones de la pelota cubana.
De todos modos, jamás ha pensado renunciar a la misión de enseñar, “la disfruto, mi mamá es profesora y me lo inculcó; da mucha satisfacción ver cómo los atletas asimilan lo que les transmites”.
Ese fue el camino que encontró Luis Ernesto para continuar vinculado al béisbol, al quedar casi convencido de que su carrera de pelotero -de un momento a otro- llegaría al final.
Una lesión en el hombro de lanzar le truncó el sueño de asistir al Campeonato mundial juvenil de 2003 y, de paso, volver a hacer el grado con la selección nacional, la que había integrado en categorías anteriores (13-14 y 15-16). ¡Cuántas ilusiones rotas!
Y aunque siguió lanzando en torneos provinciales con elencos de Bayamo, “no fui el mismo, había perdido potencia en el brazo y demoraba muchos días en recuperarme”, rememora con una mezcla de angustia y complacencia.
Era tanta la pasión que sentía -y aún siente- por el mayor pasatiempo de los cubanos que, luego de iniciar la licenciatura en Cultura Física y Deportes, a partir de su tercer año se vinculó a un combinado deportivo y al equipo de Bayamo como entrenador.
“He trabajado en todas las categorías, lo que me ha dado experiencia. Además, obliga a prepararme mejor, porque lo que le enseñas a un niño le sirve para toda la vida, principalmente, los fundamentos básicos”, confiesa.
Por eso, siempre le estará agradecido a quienes influyeron en una decisión que le ha traído más alegrías que tristezas: “Jorge Miranda, Roberto Peña y el profesor Ramón Rodríguez, me incitaron a dejar de jugar y a dedicarme por completo a la profesión de entrenador”.
Otros han sido determinantes, como los doctores en Ciencias Delio Cumbrera, mi tutor desde la licenciatura, y Pedro Hidalgo, quien también me ha brindado su tiempo y conocimientos; aunque todos los profesores han contribuido”, revela, sin pretender olvidar a nadie.
Inmerso en la fase inicial de su formación doctoral, que versa sobre la preparación técnica de los serpentineros, Luis Ernesto concede tamaña importancia a la ciencia, “vincularla con el deporte (béisbol) trae muy buenos dividendos”, afirma.
Mantenerse junto a los Alazanes en el último lustro, también le ha aportado mucho: “Con el mentor Carlos Martí siempre se aprende, sus años de labor y existencia impulsan a superarme y a seguir trabajando duro, para que los lanzadores mejoren constantemente”.
Considera, asimismo, que el futuro del pitcheo aquí depende de la continuidad del trabajo, “hay que buscar posibles talentos en todos los rincones de la provincia y urge seguir a los que están para no perderlos, como también que lleguen a la primera categoría con un nivel técnico, táctico y físico más elevado, y con mayor cantidad de entradas trabajadas”, acota.
“Sin muchas figuras de renombre, hace cinco años los resultados de esta área se ubican entre los primeros de Cuba,” añadió quien fue clave en el alistamiento de los tiradores granmenses y en el posterior desempeño de su staff en los play off de la 60 serie nacional, después de varios períodos de inactividad.
Ese, entre otros, ha sido uno de sus grandes méritos, al igual que graduarse con título de oro o haber actuado en juegos decisivos con equipos cubanos, como el que ganó (3×1) frente a Estados Unidos en la final del Panamericano 15-16, en el 2002, pero ninguno le saca ni un ápice de grandeza. Lo relata con tremenda modestia, aunque tiempo después se regocije al recordarlo.
Estoy muy contenta y orgullosa de que a travez de este medio se le halla rendido homenaje al trabajo que realiza este entrenador tan especial.Tiene muchos meritos y es muy dedicado y laborioso,es modesto y muy apasionado por su trabajo.