Madre amantísima (+ fotos y video)

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Por Yelandi Milanés Guardia | 28 enero, 2019 |
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Cuanto amor vierte una madre en sus simientes, hasta tal punto de estar dispuesta a dar su vida y hacer todo tipo de sacrificio en nombre de sus hijos.

Ninguna progenitora escapa al sentimiento que las invade al quedar su nido vacío, pues sus crías han echado a volar y no saben si volverán.

Dramas como el descrito afrontan muchas, porque los descendientes, llegada la madurez, deciden tomar caminos alejados del cariño y calor materno, y eso, aunque es una realidad inevitable y consabida, no deja de ser dolorosa.

 

Martí y su vigencia en el pueblo de #Cuba!!!!

Interesantes apuntes sobre la casa donde nació Martí!!!!!!

Publicada por La Demajagua en Lunes, 28 de enero de 2019

 

Por ello son comprensibles los sentimientos que invadieron a Doña Leonor Pérez Cabrera cuando, con solo 16 años, su amado José Martí parte de su casa para cumplir prisión, por haber escrito una carta ofensiva a un antiguo amigo alistado en las tropas españolas.

El 10 de noviembre de 1869 le escribió Pepe desde la cárcel: “Mucho siento estar metido entre rejas; pero de mucho me sirve la prisión. Bastantes lecciones me ha dado para mi vida, que seguro ha de ser corta, y no las dejaré de aprovechar. Tengo 16 años y muchos viejos me han dicho que parezco un viejo. Y algo tienen razón; porque si tengo en toda su fuerza el atolondramiento y la efervescencia de mis pocos años, tengo en cambio un corazón tan chico como herido.

“Es verdad que usted padece mucho; pero también lo es que yo padezco más: ¡Dios quiera que en medio de mi felicidad pueda yo algún día contarle los tropiezos de mi vida!”.

En una fotografía con su indumentaria de prisionero anotó: “Mírame, madre, y por tu amor no llores/Si esclavo de mi edad y mis doctrinas/Tu mártir corazón llené de espinas/Piensa que nacen entre espinas flores.

ENCUENTROS Y LEJANÍAS

Comenzó luego de su destierro a España una serie de encuentros y lejanías, marcadas ya por el espíritu patriótico de su primogénito, quien desde muy joven decidió consagrar su vida a la Patria, para él la madre mayor.

Gran parte de las cartas escritas por su progenitora recogen sus quejas por la falta de correspondencia,  también su deseo de que el amado proscripto regrese a Cuba a vivir con su familia.

A pesar de las críticas e incomprensiones de quien lo llevó en su vientre, nunca ello aminoró la ternura y el  inmenso amor transmitido por el Maestro a ella: “…pues mi madre, señores, aunque por su heroica entereza y clarísimo juicio, la tenga yo por más que princesa y más que reina, es una mujer humilde”.

La más grande y punzante pena sobrellevada por Martí en los años que pasa fuera de Cuba, es la angustia causada a ese ser querido por su determinación de sacrificarlo todo en nombre de su país.

Afectaba, lo sabía bien, el bienestar de los suyos y en especial el de Leonor. Esa situación de un desgarramiento mortal está simbolizada en su drama épico Abdala, en el que el héroe nubio prefiere la batalla y la muerte al amor materno.

En esa tragedia juvenil, el más universal de los cubanos plantea sus tormentos, disyuntivas y avizora un futuro que ha de cumplirse invariablemente.

Esa española, a quien debemos agradecer la venida al mundo de Martí, intenta en las cartas desviar la determinación de su retoño: “Te acordarás de lo que desde niño te estoy diciendo, que todo el que se mete a redentor sale crucificado, y que los peores enemigos son los de la misma raza, y te lo vuelvo a decir, mientras tú no puedas alejarte de todo lo que sea política y periodismo, no tendrás un día de tranquilidad”.

Y en otra misiva nuevamente trata de disuadirlo: “¡Qué sacrificio tan inútil, hijo de mi vida, el que estás haciendo de tu tranquilidad y la de todos los que te quieren! No puedes figurarte el dolor de mi alma al saber lo poco agradable de tu situación, y Dios te dé fuerzas para llevar la carga que te has echado sin estabilidad en nada, yo creo, hijo, que mientras tú no sueltes los papeles de los periódicos, tu suerte no variará, y siempre le pido a Dios te dé otro elemento de vida, en que se aprovechen mejor los años”.

En una esquela remitida por el Maestro en 1878 a su amigo Manuel Mercado le dice: “Recibí con la última de usted.-Por lo tardía más deseada que otra alguna- la injusta y amorosa carta de mi madre. Realmente, se cree que yo las* he sacrificado a mi bienestar; ¡Me vieran vivir, con angustias semejantes a las que pasé en México y no pensarían de esta manera!

“(…) Ni tienen fe en mí, ni conocen las fuerzas de mi alma que les obligan a tenerla. Esta es una viva amargura que no llegará nunca a ellas.

“Mi madre tiene grandezas y se las estimo, y la amo, usted lo sabe, hondamente, pero no me perdona mi salvaje independencia, mi brusca inflexibilidad, ni mis opiniones sobre Cuba. Lo que tengo de mejor es lo que es juzgado por más malo. Me aflige, pero no tuerce mi camino”.

En otro parlamento refería al estimado compañero: “Como me entristece mucho que ella crea que yo, que tanto sufro por las faltas de sus cartas, dejo voluntariamente de escribirle, y como yo no tengo que pedirle cuenta de sus errores de creencia respecto a mí, sino acariciarla, perdonárselos y reformárselos, escríbale usted por su parte mi situación angustiosa y mi natural constancia en escribirle.

“¡Pero es duro, es muy duro, vagar así de tierra en tierra con tanta angustia en el alma y tanto amor no entendido en el corazón! Ahora no pensará mal de mí mi madre. Ellos me creían ya un hijo egoísta, olvidado de todos mis deberes. No basta una clara vida. Indudablemente, ellos no saben lo que es vivir manando sangre”.

Con posterioridad, residiendo en Nueva York, escribió al entrañable mexicano: “En cuanto a mi madre, ella como tantos otros, cree que obro impulsado por ciegos entusiasmos o por novelescos apetitos; se me reprocha que haga en prosa lo que se me tenía por bello cuando lo decía en verso.

“Yo no entiendo estas diferencias entre las promesas de la imaginación y los actos del carácter. Hago tristemente, sin gozo ni esperanza alguna, lo que creo que es honrado en mí y útil a los demás que yo haga. Fuerzas quiero, que no premio para acabar esta tarea. Sé de antemano que rara vez cobijan las ramas de un árbol la casa de aquel que lo siembra”.

SOLO UNA PALABRA, Y POR RAREZA, FELIZ

Sin embargo, a pesar de las incomprensiones, nada congratulaba más a Martí, como es natural, que tener a su progenitora cerca. Por eso rebosa alegría en una epístola dirigida a Manuel Mercado desde Nueva York en noviembre de 1887.

“Solo una palabra, y por rareza, feliz. Mamá está conmigo. Ha venido a hacerme una visita de dos meses, que procuré en cuanto tuve un peso libre en estas arcas mías (…) Está hermosa, y con el alma ya entrada en majestad. ¿Sabe que mamá está aquí? Esa es sin duda la salud repentina que todos me notan. Al fin pude hacerla venir por unos dos meses (…) Mamá, salvo aquellos ojos una vez hermosos que ya apenas ven, está como ustedes la vieron.

“Con la vida de trabajos que llevo, apenas tengo hora libre de noche para verla; pero esto me basta para sentir menos frío en las manos, y volver cada mañana con más estímulo a la faena. Me preocupa ahora ¿cuándo no? mi país. Está agitado, y hago en medio de mis angustias todo cuanto puedo por servirle”.

Durante la visita de Leonor a Nueva York se produjo un acontecimiento de gran envergadura en la vida de José Martí. Se trata del obsequio de un anillo hecho de un eslabón de los grilletes que llevó en la cárcel, con una grabación en letras grandes de la palabra Cuba.

Este suceso, después de las duras críticas y consejos, puede considerarse como la aprobación tácita de sus luchas revolucionarias, por parte de ella, lo cual debe haber estimulado espiritualmente al Héroe Nacional.

En una carta le expresa a su amigo Juan Santos Fernández: “Sé lo que haces por mi madre, y lo que vas a hacer. Trátamela bien, que ya ves que no tiene hijo. El que le dio la naturaleza está empleando los últimos años de su vida en ver cómo salva a la madre mayor”.

Fechada en enero de 1892, en una correspondencia le dice a su Leonor: “Todavía no me siento con fuerzas para escribir. No es nada, no es ninguna enfermedad, no es ningún peligro de muerte: la muerte no me mata. Caí unos días cuando la infamia fue muy grande; pero me levanté**. La gente me quiere, y me han ayudado a vivir. Mucho la necesito: mucho pienso en usted: Nunca he pensado tanto en usted: Nunca he deseado tanto tenerla aquí.

“(…) Bueno: los tiempos son malos, pero su hijo es bueno. Nada más ahora usted lo sabe todo: esta palabra de hijo me quema”.

Posteriormente en una misiva de mayo de 1894 expresa: “¿Y de quién aprendí yo mi entereza y mi rebeldía, o de quien pude heredarlas, sino de mi padre y de mi madre?”.

EL DEBER DE UN HOMBRE ESTÁ ALLÍ   

Pero tanto amor nunca fue tan sublimado como en aquella última carta escrita el 25 de marzo de 1895, en la cual sus sentimientos y pasiones brillan desde lo más profundo de su alma y en la cual refiere sus más vivos deseos, quizás sin presagiar que serían las postreras letras dedicadas a la autora de sus días: “Madre Mía: Hoy 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en usted. Yo sin cesar pienso en usted, usted se duele en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací yo de usted con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil: pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre.

“Abrace a mis hermanas, y a sus compañeros ¡Ojalá pueda algún día verlos a todos a mi alrededor contentos de mí! Y entonces sí que cuidaré yo de usted con mimo y con orgullo. Ahora, bendígame, y crea que jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza. La bendición. Su José Martí”.

Tal como afirmó en esa epístola siguió cumpliendo con su deber donde era más útil. Entrega que lo llevó a ofrendar su vida en Dos Ríos, aquel aciago 19 de mayo de 1895, en el cual, de seguro, el presentimiento materno estremeció su corazón e hizo que varias lágrimas corrieran por las mejillas de Doña Leonor.

 

Publicada por Sociedad Cultural José Martí en Jueves, 24 de enero de 2019

 

*-Presumimos que se refiera a su madre y hermanas

**-Alude a una carta firmada por Enrique Collazo y tres cubanos en la que se le hace objeto de acusaciones  falsas.

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