Un mambí en Santa Lucía

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Por Geidis Arias Peña | 14 abril, 2020 |
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FOTO/ Tomada del Facebook de Michel Trenal

Cuenta las horas. Repasa cada detalle del protocolo a seguir para no equivocarse. No puede permitirse, ni siquiera dentro de lo humano, errar por un instante, ese instante define la vida donde él ha llegado a espantar la muerte.

“Uno desde que sale se prepara psicológicamente y muy seguro para no equivocarme a la hora de quitarme el traje por pasos”

Mientras el tiempo se desvanece en Santa Lucía y se acerca la hora de encarar al Covid-19,  el médico granmense Michel Trenal Guerrero, también se embriaga de alegrías y de nostalgias entre los recuerdos de su Bayamo, esa ciudad que ahora le abraza con aplausos en la distancia.

“Me siento bien. Extraño a mi familia compuesta por mi mamá, mi esposa, mis dos niños y mis suegros que son otros padres para mí”.

A pesar de la añoranza, debajo de su piel se alza un mambí en esa tierra volcánica del Caribe para colmar de esperanza la aflicción.

“Él cubano tiene estirpe de mambí, de rebelde y del legado que nos dejó nuestro Comandante en Jefe y que hoy mantiene nuestro presidente Díaz-Canel”.

No hay en su currículo un desafío igual. El enemigo actúa sigiloso, arropa los rostros de tristeza, no da tregua ni siquiera a replantearse la pérdida o a un plan. Ha cobrado más hombres en un día que una guerra mundial.

“Es mi primer experiencia aunque estuve en Venezuela”.

Pudiera aterrarse, es normal; pudiera flaquear al pensar en sus sueños, es normal; en aquellas voces que le llaman papá y las palpitaciones en su pecho no son igual; es normal; pero fue de los primeros en alistarse y llegar al firmamento con su corazón desbordado de bondad.

Y aunque lleva puesta la capa de súperman, la destreza de Batman y la habilidad de Spaderman, Michel sigue siendo el mambí, humilde sobre palmiche que no quiere medallas sino patear al enemigo.

“Gracias, igual, que nos vean como médicos que dimos el paso al frente para combatir esta pandemia en diferentes partes del mundo”.

No obvia esfuerzos en esta batalla. Todos los colegas constituyen soldados imprescindibles.

“A mis demás colegas de trabajo en Granma en general que están haciendo una gran labor, ellos también son ángeles de batas blancas y para ellos el aplauso también de todo ese pueblo lleno de historia y tradición.

“A mi pueblo de Granma que cumplan con las medidas de seguridad y de aislamiento que se establecieron, que se den cuenta que estar en la calle es un peligro y a mis demás familiares que se cuiden mucho”.

Tiene 35 años de edad, es de esos que conoce a fondo el período especial, vicisitudes, inventos hasta para cocinar; también tuvo la oportunidad de abandonar esta Isla, y aventurarse en propuestas que no ceden ante la humildad; pero sigue aquí entre bloqueo y carencias, empinándose como otros cubanos por progresar.

Falta poco para las 8:00 am, justo cuando el joven especialista en Medicina Intensiva y Emergencias comienza a batallar contra el enemigo mortal, más allá  de la medicina, con sensibilidad.

Vuelve sobre la marcha la nueva rutina, le es tan familiar, ocho horas de trabajo, pero en verdad se sabe que el médico estará mientras un quejido le aclame como cuando antes de partir en el hospital infantil General Luis Ángel Milanés, de Bayamo.

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