Manos Francas: Grazie Lázaro (+video)

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Por Geidis Arias Peña | 4 julio, 2020 |
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FOTO/Tomada del perfil de Facebook de Lázaro Alarcon

Y pareciera abrirse un libro de aventuras de esos que te mantienen en vilo cuando le escuchas en ese tono discreto contar las veces que ha desafiado a la muerte; quizás ni él mismo se lo cree, mas es la pura realidad que estremece.

Lázaro Alarcón González, con el “camisón” de enfermero, ha cruzado en más de una ocasión la frontera de su natal Media Luna, en Granma, Cuba, para destronar miedos, inseguridades y devolver la esperanza, donde como un pabilo se escapa.

Crema, en la región de Lombardía, Italia, fue el más reciente escenario de batalla durante unos 60 días, que duró la acción, contra Sars-CoV-2, que ha marcado la vida de más de 10 millones de personas en el mundo.

-¿Cuál fue la rutina de trabajo, solo entre cubanos o con los italianos?

“Nosotros de llegada tenían los hospitales de campaña preparados para la actuación de los cubanos, pero lógicamente necesitamos de ellos, en primer lugar adaptación al medio, la barrera del idioma, porque la parte organizativa del hospital la adaptamos nosotros a nuestro estilo de trabajo. En la primera fase trabajamos junto.

“Dividimos las fuerzas, la parte de enfermería y los médicos generales integrales (MGI) laboramos en los hospitales de campaña; los intensivistas, los neumólogos, y los clínicos trabajaban en el hospital de la ciudad, una institución muy grande, con una alta tecnología, muy bonito incluso.

“Hicimos un gran intercambio, ellos vieron como trabajamos nosotros y nosotros como lo hacían ellos y eso trajo consigo una unión enorme, a la hora de regresar eso fue mucha angustia…, no tengo ni palabras de cómo describirte eso”.

-¿Cuál fue la reacción de los italianos al llegar ustedes?

“Nosotros tuvimos muestras de cariño, admiración y solidaridad con los italianos desde que salimos de Cuba. Conjuntamente con nosotros viajaron unos cuantos italianos que ya regresaban a su tierra y sabían a lo que íbamos; y fue un vivo aplauso cuando llegamos a la terminal tres del Aeropuerto cubano José Martí, al escalar el avión.

“La llegada fue espectacular, nos estaban esperando las autoridades de Italia, en Roma, y luego, nos trasladamos a Milano y después a Crema, donde nos estaban esperando las autoridades sanitarias de allí. “Fueron muy hospitalarios, muy solidarios; a medida que fuimos trabajando, que nos fuimos dando a conocer, que ellos vieron nuestra actuación; no estoy resaltando ninguna heroicidad, sencillamente que nosotros nos adaptamos a su protocolo”.

-El personal de enfermería es el más cercano al paciente durante el tratamiento, ante una situación tan compleja como la Covid-19, ¿cuál fue la situación más extrema a la que se enfrentó?

“Al llegar, los servicios médicos estaban colapsados, muchos habían enfermados, otros habían pedido irse. Había muchos pacientes y la fuerza de trabajo no era suficiente como para resolver la situación.

“Cuando llegamos vimos pacientes infectados totalmente de Covid-19, e hicimos de todo; si no se alimentaban había que ayudarlos a comer, su tratamiento al día, si necesitaban ir a hacer alguna necesidad fisiológica y no se sentían cómodos haciéndola en la cama los acompañábamos al baño, sin ningún tipo de indiferencia, pero sí siempre protegiéndonos”.

-¿Cómo fue lidiar con el idioma, el clima, sus costumbres…?

“Llegamos con temperaturas muy bajas, algo que no es costumbre en Cuba, un frío enorme; pero enseguida nos dotaron de muy buenos abrigos.

“La barrera del idioma, algo muy terrible. Quizás alguno de nosotros sabía lidiar con el idioma pero yo no, jamás. Nos fuimos entendiendo, nos dijeron que hablándoles despacio ellos entendían y nosotros a la vez, lográbamos entenderlos, y así fuimos adentrándonos para después la comunicación se hizo bastante fluida.

“También, dos compañeras cubanas residentes allá, enfermeras, fueron muy valiosas, a fin de conocer los dos idiomas; trabajan en casi todos los equipos. Llegó el momento en que todos dominábamos un poquito y se había hecho más cómoda la situación”.

-¿Cuál fue el mayor sacrificio que tuvo qué hacer en el plano personal, emocional, quizás lo que más lamenta?

“Una señora que había perdido casi toda su familia por Covid-19, se enfermó y en el hospital de campaña, nosotros los cubanos logramos rehabilitarla. Fue una de las pacientes que más tiempo permaneció ingresada, y ya se había adaptado tanto a nosotros que ella se quería ir porque ya estaba recuperada, pero lamentaba dejar los cubanos; escribió páginas de agradecimiento para nosotros en los medios. La verdad es que las gracias a los médicos cubanos nunca faltaron.

“Entre otras emociones vividas, la más grande fue el día (8 de junio) que nos despidieron las autoridades, el pueblo y la comunidad de residentes cubanos, frente a la Catedral de Crema, ese día vi ondear una bandera cubana inmensa al lado de la italiana, y cuando anunciaron las notas de nuestro Himno Nacional, mis cuerdas vocales vibraron más fuertes que nunca, por supuesto, a la par las lágrimas corrieron por mis mejillas, ¡porque canté con qué fuerza el himno!”.

-Usted antes de marcharse para Italia dijo a La Demajagua que regrasaría más fortalecido como persona, ¿se siente así en estos momentos?

“Nos sentimos más fortalecidos desde el punto de vista humano, nos queda el haber ido de este lado del océano a prestar una modesta ayuda, que al final la vemos revertida en cosas buenas, porque gracias al destino y al empeño que pusimos todos, logramos que el lugar donde estábamos, el día 25 (mayo/2020) se reportaran cero pacientes con Covid-19; eso nos fortalece el ánimo”.

“No quiero decir que hicimos una hombrada, pero sí vimos marcada la diferencia, porque al llegar y ver todo aquello cubierto por la pandemia y lograrlo en ese tiempo, nos permitió disfrutar ver el pueblo ya en las calles, haciendo su vida con cierta normalidad.

-¿Cómo se siente un hombre qué ha salvado tantas vidas en medio de contingencias extremas como el Ébola en África (2014) y ahora, del Covid-19 en Italia?

“Modestamente te voy a responder: yo me siento satisfecho con lo que he hecho porque sencillamente fue aportar mis conocimientos para salvar vidas, me siento bien, muy contento, no lo niego”.

-Las personas de Cuba y el resto del mundo, les llaman “héroe”, ¿qué usted cree al respecto?

“Sencillamente creo que pudimos aportar nuestros conocimientos, y no fue por buscar títulos o méritos honoríficos, sencillamente había que hacerlo en sentido de humanidad, había que ir, por ese altruismo que nos caracteriza a nosotros los cubanos, que nos legó nuestro Comandante. Y si en otro momento la Covid-19 no se ha erradicado, y hubiese que partir nuevamente, estoy dispuesto a hacerlo”.

-Son casi 40 años de labor, y dice que está dispuesto a volverse a marchar para cualquier contingencia.

¡Estoy listo! Cuando yo regresaba del Ébola en el recibimiento que me hicieron en el territorio declaré a la prensa, ´estoy listo para volver a marchar, cuándo y dónde haga falta. Cinco años más tarde se repite y aquí estoy.

-¿Qué hace Lázaro por estos días en casa?

“Muy feliz de estar con mi familia. Estoy cumpliendo parte de la epidemiología, independientemente a que todos los de la brigada vinimos con tres PCR (en sus siglas en inglés reacción en cadena de la polimerasa) negativos, uno en Italia, dos en Cuba. Recibo muchas llamadas de la gente preocupándose por mí.

-¿Alguna otra meta por vencer desde el punto de vista profesional?

“Me incorporaré al trabajo y ya expresé mi posición de si es necesario cumplir otra tarea, no importara la envergadura, porque ya tenemos la experiencia; no había hecho alusión, además del Ébola y la Covid-19, estuve 18 meses cuando el accidente de Chernovil, yo fui uno de los granmenses que estuve allá, ahí empezó mi faceta por prestar toda la atención desinteresada a quien la necesitara, esa es mi pura vocación, nace de lo que realmente estudié.

“No hay quien me hable de mi sentido humano, no lo digo por la entrevista; sino no me hubiese marchado, pude ver dicho no me voy. Tengo  situaciones, mis padres están vivos, muy viejitos, 89 años mi mamá, 88 mi papá, y Marlon, mi pequeño, que no había cumplido tres años todavía; pero sabía, tenía la confianza que en la familia había personas que podían suplir la ausencia mía.

Y pareciera que hasta aquí todo ha llegado a su fin, los años pudieran comenzar a pesar, ya son 37 como enfermero; desvelos incontables tras el aliento de una vida,…la vida misma, simplemente a pedirle un receso, pero lo dice con tanto ímpetu y seguridad, que sí, convence, su voluntad es inquebrantable.

“¡Estoy listo!”

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