“Mi obsesión es contar lo autóctono”

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Por Zeide Balada Camps | 11 noviembre, 2015 |
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Carlos Rodríguez Rodríguez
FOTO / Rafael Martínez Arias

Si alguien le hubiera asegurado al joven realizador Carlos Rodríguez Rodríguez que terminaría haciendo documentales en la pintoresca comunidad de San Pablo de Yao, en Buey Arriba, quizás lo habría dudado. No estaba en sus proyectos. Aunque, cuando escuchó por primera vez en su natal Holguín hablar del proyecto audiovisual surgido en plena Sierra Maestra, algo dentro de sí se le iluminó.

Tendrían que pasar más de cinco años entre los estudios universitarios en la carrera de Historia del Arte y un poco de experiencia laboral para que se abrieran las puertas hacia esa experiencia totalmente desconocida, pero alucinante, que ha compartido en escenarios de Estados Unidos y Argentina.

No fue difícil adentrarse en sus vivencias, acostumbrado a escudriñar las pasiones y los misterios del ser humano, mi entrevistado deja fluir en torrente cuánto le ha cambiado su elección y cómo le satisface existir ligado a la aventura de integrar una televisora única de su tipo en el país, con más de 20 años de experiencia, que sobresale por su estilo, calidad audiovisual, y la manera de narrar la vida de los serranos.

-¿Piensas que estar aquí es resultado de la determinación o el destino?

Es la primera vez que lo pienso de esa manera, para mí fue una cuestión del destino, quizás cuando uno vive mucho tiempo en la montaña termina contagiándose con el misticismo de los campesinos, es una de las cosas más linda que uno aprende este lugar.

Después de graduarme reencontré con un amigo que me habló de la convocatoria para un taller en la TV Serrana. Dudé en presentarme pero ganaron mis deseos. Fui al examen en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba de Bayamo, recuerdo a Daniel Diez en la entrevista me preguntó si estaba dispuesto a quedarme como mínimo tres años en la Sierra Maestra. Yo afirmé sin vacilar: “Sí, sí”

Me aprobaron, fue en febrero de 2001, éramos 8 debía quedarse solo uno. Aquí me encontré con un rigor que no conocí en la Universidad.

No olvido las palabras de Waldo Ramírez, uno de los mejores directores que ha pasado por allí: “La clave para trabajar aquí es olvidarte de todo lo que has aprendido en la Universidad, tú verás que cuando lo necesites eso va a salir.”

Fue un taller polivalente, aprendimos de todas las especialidades y al final teníamos que dirigir un equipo de allí, para nosotros eran dioses en aquel momento.

Yo había intentado por muchas vías, dejar salir eso que uno lleva dentro con la pintura, la poesía… Aquí he encontrado la manera. Cuando vi, en una ocasión, aquel documental de Carlos Vedoya Cantar la alegría, supe que quería formar parte de algo así.

¿Recuerdas el primer día en que llegaste para ser parte del equipo?

Waldo me llamó y me dijo “quieres venir para acá”, no me lo creía. Mis compañeros, mi mamá todos me dijeron que estaba loco, pero yo les dije “me voy para la loma”.

Ese día cuando llegué tembló la tierra, era un 9 de septiembre del 2001, dos días después derribaron las torres gemelas.

Aquí había ya tres había realizadores consagrados, Waldo Ramírez, Marcos Ramírez, Carlos Bedoya, tremenda responsabilidad al ser uno más, imagínate el susto.

Tu identificaste algo diferente en la manera de hacer de los realizadores que te antecedieron ¿Crees que lo propicia el lugar, la gente de acá?

Soy hijos de campesinos, y el campesino de la Sierra tiene una sensibilidad especial que lo diferencia de otras personas, pero algo que ayudó aquí a colocar detrás del lente esas historias fue la presencia de Daniel Diez, un gran martiano que supo interpretar la magia de la serranía. Él sabía lo que estaba buscando y eso le inculcó al primer grupo, para rescatar todo eso patrimonio que se pierde…

El mismo contacto con los habitantes de aquí, con el paisaje te condiciona, vas cambiando. Ellos vinieron a cambiar la imagen de los serranos, a traerle cultura y mejorar las condiciones de vida; pero también se modelaron los visitantes.

Aquí buscamos que se integren buenas personas, el talento sin sensibilidad no sirve. Define nuestro estilo la combinación de estética con ética, tu obra es personal pero está en función de la colectividad, está unida a los demás, si cuentas la historia de alguien estás trabajando con sus sentimientos, con su vida, eso implica que establezcas ciertos códigos. Cada persona que ha pasado por aquí, cuando se van sigue extrañando eso.

¿Cuáles son los temas que has abordado?

Tenemos una línea de trabajo crítica, que viene del Noticiero Icai Latinoamericano. Yo he hecho de todo, reportajes críticos, desde la situación de deterioro de una escuela en la montaña hasta el momento en que fueron operada personas de la vista y se le implantaron lentes, mucho antes que apareciera la Operación Milagro. Y otros que fueron surgiendo de la necesidad de contar lo que sucedía por aquí. Mis obsesión es buscar lo que define al campesino, con los años me di cuenta que en esos primeros trabajos buscaba lo autóctono.

Ahí está Al compás del pilón, sobre una tradición específica; Al cantío del gallo, que tiene que ver con esa manera en que se miden las distancias; Mata que Dios perdona, sobre las peleas de gallo y Bohío, de hace tres años que cuenta la vida de un matrimonio joven, de cómo cuidan y construyen el bohío para establecer la familia.

Lo que me gusta hacer a mi tiene que ver con el ser humano con sus conflictos, uno de los temas pendiente es sobre los crímenes pasionales… es complejo, quiero contar la historia de alguien que sobrevivió, espero encontrarla.

¿Por qué el documental cuando también puedes optar por la ficción?

Es lo que quiero hacer. Tengo una curiosidad natural, algunos piensan que somos chismosos por tratar de entender a la gente, saber porqué se mueve, el motivo de sus decisiones, porqué hace las cosas de una manera y no de otra manera. Esa es la parte interesante.

¿Qué características debe tener un documentalista?

Tiene que tener algo que decir. De lo contrario te encuentras por ahí materiales que no están logrados porque le falta el punto de vista; se trata la exposición de un tema pero no hallas al realizador.

Hace falta una experiencia de vida acumulada para tratar con los seres humanos porque no estás trabajando con actores.

Se necesita de una formación integral para saber qué pedir. Es preciso una formación cultural sólida, unos principios éticos bien establecidos, con esa combinación se puede ser un buen documentalista.

¿Cómo vives el impacto de la televisora en la comunidad?

Es una experiencia muy linda, cuando la gente se ve reflejado en la pantalla las reacciones van desde la risa, exclamaciones y hasta el llanto. Tienes allí mismo las opiniones, a veces en desacuerdo.

Ves como se va transformando, esta era una comunidad que apenas conocía las cámaras, hoy sus habitantes tienen una cultura cinematográfica y dominan el lenguaje técnico. Uno de los objetivos que Daniel trazó para el proyecto fue surgieran realizadores allí. Hoy el resto de los realizadores, excepto yo, son de la zona. Es uno de los pocos proyectos en América Latina que han logrado realmente transferir tecnología y conocimientos a la comunidad

¿Te quedas en la TV Serrana?

Al inicio yo me dije voy a estar un año pero con el tiempo se ha convertido en el centro de mi vida. Por el momento mis planes futuros están relacionados con lo que hago aquí. A veces me dan deseos de estar en la ciudad, pero cuando lo hago tengo una nostalgia tremenda.

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