En el contexto de un proceso de reformas administrativas y económicas, y de ordenamiento monetario que se produce en el entorno cubano, y que motiva no pocas interpretaciones, resulta indispensable que los cubanos concentráramos más nuestra atención en las aperturas que nos proporcionarán las necesarias riquezas.
Hablamos, por ejemplo, de la significativa importancia que se le otorga al perfeccionamiento del nivel municipal y a los mecanismos de participación popular, a la promoción del desarrollo local, lo que conlleva a revalorizar el papel del municipio como el ente dinamizador del desarrollo y eslabón fundamental de la democracia socialista.
¿De dónde saldrán las riquezas que requerimos y a las cuales aspiramos, si no entendemos ese camino, ni no comprendemos que el Estado de la nada no puede garantizarnos lo que entre todos no seamos capaces de crear?
Precisamente uno de los retos de la Nueva Carta Magna, que mayoritariamente aprobamos, mira hacia la defensa de autonomía de los municipios, desde la planificación, iniciativa que busca que los territorios sean capaces de desarrollarse con sus propias fuerzas y con las interrelaciones que hagan, tal y como ha planteado el presidente cubano Miguel Díaz- Canel.
Se trata de que cuanto más los municipios se desarrollen, más puede el país centrarse en lo más estratégico, y eso implica, reflexionemos, en aprovechar no pocas aperturas que hasta ahora hemos desaprovechado y que son verdaderas fuentes de riquezas, como el incremento de las exportaciones, la sustitución de importaciones, la materialización de proyectos y de inversiones cuyos fondos, cuando se soliciten para tales fines, se devuelvan a partir de sus propios resultados.
En honor a la verdad, muy poco se ha aprovechado a nivel local lo referente a los proyectos, aun cuando se ha demostrado que son fuentes de riquezas y también de nuevos empleos.
El ordenamiento a que asistimos no puede verse solo en lo monetario, hay que ordenar también la manera de trabajar, nuestras perspectivas de desarrollo, que no surgen de la nada, y que exigen de mayor eficacia en la conducción de los procesos productivos y de servicios, y de una participación más activa y comprometida de todos los actores económicos, estatales y no estatales, de la gente que trabaja y no se dedica solo a acaparar lo que otros crean para luego revenderlo a precios exorbitantes, como si hubieran hecho algún sacrificio.
Solo el trabajo coherente, eficaz, sostenido en la optimización, en la alternativa loable, en los oportunos encadenamientos productivos con la inversión extranjera, el turismo y el sector no estatal, nos llevarán a disponer de los bienes necesarios, y por lógica con menores precios.
Estamos pensando en que el salario aumentado tampoco nos va a alcanzar, y puede que así sea si definitivamente no entendemos que, ante la complejidad de la situación económica cubana, resolver problemas concretos de la población debe convertirse en un compromiso ético y político no solo de la dirección del Gobierno a todos los niveles, sino también, e ineludiblemente, de todos los actores económicos. Ello supone, estimular la creatividad, pensar, y desarrollar proyectos coherentes que reporten los ingresos para continuar con nuevos proyectos, y para enfrentar la satisfacción de las necesidades individuales y colectivas acumuladas. Decidámonos a hacer ese ejercicio entre todos, y veamos cuáles son los resultados.