Montañeses cubanos ejercen su derecho a estudiar

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Por Martín Corona Jerez | 1 septiembre, 2015 |
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Bayamo.- En las montañas cubanas, donde son mayores los obstáculos físicos y culturales contra el bienestar humano, volvió a brillar hoy, con el inicio del curso escolar, el corazón justiciero de la revolución socialista.

El Himno Nacional se escuchó entre bosques y veredas, cantado por maestros, estudiantes y padres, la triada más directamente implicada en la formación de los hombres y mujeres del futuro.

Limpia, ordenada y bella amaneció la escuela primaria Josué País García, erguida entre picachos de la comunidad de Manacal, en plena Sierra Maestra, a 29 kilómetros del poblado de Pilón, en la provincia de Granma.

Los 31 alumnos, de preescolar a sexto grado, viven en  Manacal, Los Negros, Los Lazos y Platanito, por lo que algunos están obligados a caminar varios kilómetros.

Entre olores a cafetales y otras arboledas, frente a la Bandera Cubana y un busto de José Martí, tuvo lugar el acto inaugural del nuevo curso, y Laura Bueno, la directora, dio la bienvenida a estudiantes, padres y educadores.

Una maestra leyó el reglamento escolar y luego, en las aulas, alumnos de cuarto, quinto y sexto grados, y padres de los demás niños, firmaron las actas del material entregado a cada educando.

La escena quedó lista para contar anécdotas de las vacaciones, y comenzar, en la complicidad amorosa de una sociedad segura y esperanzada, el decisivo camino del aprendizaje.

La escuela, con piso de cemento, paredes de cedro y techo de fibrocemento, abrió a los niños cuatro aulas, un laboratorio de computación, almacén y oficina de la dirección.

Neysi Feut, custodia del plantel, se mostró alegre, porque acompañó a su hija Yudilis, de segundo grado, y todo transcurrió con la alegría habitual en este día.

Contenta anda Laura Bueno, santiaguera con 31 años como educadora en las montañas, y nostálgica está la maestra de primer grado, Idelmis Peña, quien vive cerca del poblado de Pilón y este martes se estrenó en el mundo laboral.

En Manacal, donde el transporte público llega dos veces al mes, comenzó el curso entre besos, abrazos y sonrisas, como sucedería, sin dudas, en todos los rincones de Cuba.

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