Mujer

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Por Osviel Castro Medel | 8 marzo, 2020 |
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FOTO Rafael Martínez Arias

He visto salir de su vientre el único llanto  capaz de simbolizar el principio de un tiempo, el estreno de un latido.

La he divisado regresando de un solsticio enigmático o de una tarde amarga, de un café colocado a deshora, de una guardia temida por hombres, de un reto a lo difícil, de una incomprensión por querer soltarse cuerdas.

He visto cómo pueden emanar de sus dedos caricias que embelesan al trasnochado y al cuerdo, al buscador de versos y hasta al mismísimo incrédulo.

He mirado, perplejo, en sus ojos, una colina de amores y enconos que no pueden contenerse ni disimulándolos, que no se desvanecen con terremotos y huracanes.

He notado su arte y su pose, su batalla de antaño, su manzana poderosa más allá de edenes prometidos; su don para estar en la arena callada, la pulcritud de una mesa, el arrebato y las nubes, los surcos y oficinas… en todos los sitios.

He sentido, en su respiración, el viento de novia y de ninfa, la furia retadora que la lleva a luchar contra prejuicios, moldes, recetas y epigramas falsos.

La he observado destrozar una pared con la misma facilidad que enhebra una aguja o se echa a llorar ante la injusticia o el polvo que quedó de un sueño.

La he sentido en la gota y el pétalo, el detalle y la esperanza, la burbuja y la sal, el juramento de un poeta, la punta de un astro, el misterio de una noche, la palabra probablemente más bella e inexplicable de este mundo: Mujer.

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