Mujeres de barro y sol (+ fotos)

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Por Gisel García Gonzalez | 15 octubre, 2017 |
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FOTO Rafael Martínez Arias

Cual despertador matutino de sus propios gallos, se les puede oir ajetreadas arreglar el hogar y los hijos antes de salir al surco, y desde él, presenciar la salida del sol cada jornada. Cuidar los campos, las abejas, los animales, coronarse con la naturaleza, confundirse con ella o establecer un diálogo, aparentemente de locos, con algún cuadrúpedo más que experiencias cotidianas de la mujer rural cubana es magia de hada.

En noviembre del 2007 la Asamblea de las Naciones Unidas declaró el 15 de octubre Día Internacional de la Mujer Rural, como seguimiento a los acuerdos de la Cuarta Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer (Beijing, 1995).

La celebración reconoce la contribución de las campesinas del mundo a la seguridad alimentaria y desarrollo de las zonas rurales, aporte que pasa frecuentemente desapercibido.

Muchas féminas en el planeta centran hoy sus reclamos en el derecho a la propiedad de la tierra, las mejoras de sus condiciones sanitarias, de vida, así como tener la oportunidad de acceder  a la capacitación que les permita trabajar con calidad y contribuir a un progreso sostenible de sus países.

Según refiere el sitio oficial de Naciones Unidas, las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial y el 43 por ciento de la mano de obra agrícola. Labran la tierra y plantan las semillas que alimentan naciones enteras. Además, garantizan la seguridad alimentaria de sus comunidades y ayudan a prepararlas frente al cambio climático.

Sin embargo, como señala ONU Mujeres, las campesinas sufren de manera desproporcionada los múltiples aspectos de la pobreza y pese a ser tan productivas y buenas gestoras como sus homólogos masculinos, no disponen del mismo acceso a la tierra, créditos, materiales agrícolas, mercados o cadenas de productos cultivados de alto valor.

Tampoco disfrutan de un acceso equitativo a servicios públicos, como la educación y la asistencia sanitaria, ni a infraestructuras, como el agua y saneamiento.

FOTO Rafael Martínez Arias

Para las cubanas tales reclamos dejaron de serlo gracias a la obra humanista y de justicia social de la Revolución y la Federación de Mujeres Cubanas.

A mi mente vienen valerosas damas conocidas durante su campestre labor y mis faenas periodísticas entre sembrados, trillos y corrales, para contar sobre sus cotidianidades

Erlinda Virgen Yero Liens, se despierta  de madrugada desde hace más de 20 años para llamar a sus búfulas en los pastos, hora del ordeño. Con sus dos hijos en brazos bajó de la Sierra en tiempos de periodo especial, esta trabajadora de la granja Pozo cuadrado de la empresa La bayamesa de Bayamo, en la suroriental provincia de Granma.

¨Lo que hay es que romper, yo lo único que he hecho en mi vida es trabajar y trabajar duro, si lo hubiera dejado hoy no fuera recompensada, yo me retiro ordeñando y pastoreando mis búfalas, si dios me da salud”, dijo al recibir el Premio Anual a la Excelencia del Trabajo de la Mujer Productora en mayo del 2011.

Olga Milán Leyva prefirió mezclar su dulzura a la miel de obreras tan laboriosas como ella en la unidad básica de producción cooperativa Braulio Coruneaux, de Guisa.

“La vida no la entiendo sin la apicultura. Me encantan las abejas. Trabajar con las colmenas me hace como una especie de higiene mental pese a que se presentan muchas dificultades- dijo Olga, Premio por la Excelencia 2010- es algo muy precioso y me gusta. Ellas pican, duele, pero te absorbe ver una colmena con buena salud”.

Lali, como llaman a Adelis Ramírez Rodríguez, abre las jaulas, rellena los comederos y acaricia con ternura a los conejitos, mientras los llama por sus nombres, coincidentemente los de sus jefes en la unidad básica de producción cooperativa (Ubpc) Papi Lastre, de Cauto Cristo, primera de Granma en contar con una planeación estratégica con enfoque de género.

Dando tumbos por un tortuoso vial, se accede a esta Ubpc, productora de carne y leche. A los lados de la carretera, los pastos secos se extienden más allá de nuestra vista, zonas en las que predomina la deforestación y la sequía extremas, condiciones contra las que luchan 16 esforzadas mujeres.

Marlen Ramírez Moreno se levanta a las cinco de la mañana todos los días, prepara a la niña para la escuela y camina varios kilómetros hasta la finca de lombricultura: ¨Comencé aquí construyendo canteros y sembrando hortalizas. Es bastante duro, regreso casi de noche y muy agotada¨.

Adelis Ramírez Rodríguez cuenta orgullosa, sin dejar las manos quieta: ¨Cumplo con todo y hago la labor que haga falta, atiendo los pollitos, voy al cañaveral a buscar la caña  para los conejos, la cargo al hombro y la llevo a moler. Soy celosa con esto, a mí me gusta mi trabajo, ahora quiero sembrar este campo para acercarle la comida a los animales”, dice mientras indica un pedazo de tierra preparada.  “Hay que caminar  mucho -remarca- y cuando llego a la casa debo batirme con ella, limpiar, cocinar.

Mientras el sol fallece en el horizonte y la luna ya pícara ciñe su diadema, regresa la mujer proeza, eterna guerrillera, al calor de su casa y su familia donde también es reina y no son estas exclusivas historias, sino ecos infinitos, realidades distintas hechas frente con la misma fuerza.

FOTO Rafael Martínez Arias
FOTO Rafael Martínez Arias
FOTO Rafael Martínez Arias
FOTO Rafael Martínez Arias
FOTO Rafael Martínez Arias

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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