Múltiples son las manifestaciones y cultores artísticos en las montañas, por ejemplo: quien llegue a Caridad de Mota, en Pilón, desde el abrupto terraplén escuchará la música inconfundible de Roberto y sus temas.
Este es un grupo tradicional allí, que en constante evolución e integrado por músicos aficionados, con desiguales oficios y ocupaciones, es también diverso en géneros y compositores, pues casi todos lo son.
Entre ellos hay un guardabosques, promotor cultural, arriero, ambulanciero, apicultor y obrero agrícola, tantos oficios se desdibujan cuando los integrantes del conjunto se dedican a hacer música.
Roberto Atencio Aguilar, el director, afirma que los muchachos prefieren la cumbia, el merengue el son guajiro, “precisamente lo que les gusta a nuestros coterráneos”.
Ellos tomaron la tradición de la melcocha, “tratamos de hacerla más sabrosa para que la gente goce, y lo hace aun con nuestro acordeón defectuoso”, apunta Edisbel Montero, promotor cultural.
Ricardo Torres, chofer de ambulancia con guardia permanente, revela el pensar colectivo: “Tenemos un solo interés que lo que tocamos los haga bailar, moverse”.
Personaje singular es Víctor Tamayo, quien hace coros y compone para el conjunto, siempre vestido de mariachi, “tengo canciones mexicanas, patrióticas, guajiras y a veces me voy un poco por lo erótico o el doble sentido, pero fino”.
Jubilado como obrero agrícola de una unidad básica de producción cooperativa aledaña, Víctor canta para el Turismo el Salto de las Yaguas acompañado de una vieja y casi destemplada guitarra.
Son también compositores Ricardo y Wílber Hernández, Gozón, a quien llama así por razones obvias: cuando sube a un escenario parece eléctricamente exaltado.
Tocan una docena de canciones de autores del grupo, y muchísimas de otros creadores.
Lastimosamente pocos los conocen: solo han tocado fuera en el parque de Pilón, pero sí lo han hecho en casi todos los barrios aledaños incluso de otros municipios interconectados por las montañas.
El grupo es viejo, pero entran y salen músicos y los nombres cambian con los tiempos: Son Caribe, Sonido Turquino, Nuevo Ritmo, al entrar el acordeón recibió la actual denominación.
Roberto afirma: “Empezamos con todos los instrumentos acústicos y a boca limpia, cuando electrificaron todo mejoró”.
Esta es la historia de un conjunto muy querido por los “caridadmoteanos, pues no solo los alegran en fechas significativas, sino siempre que lo necesitan.