Música que envenena la infancia

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Por Zeide Balada Camps | 3 septiembre, 2015 |
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ReggetonSus grandes ojos oscuros denotan inteligencia. Se desliza con cuidado por los bordes de la cama para no despertar a nadie, sale al patio, sigiloso, allí inventa historias, y se le escucha un monólogo que mezcla preguntas y respuestas, quizás simulando las del amigo añorado que en ese instante no le acompaña.
Crea herramientas para los juegos, que a sus siete años reflejan lo que ve, escucha y palpa.

Aunque su nombre se quedará en la incógnita, es un niño de estos tiempos, travieso, avispado, y que, lamentablemente, conoce muy pocas canciones infantiles, pero sí canta y baila regguetón. Por ello es también aplaudido por algunos mayores.

“Tú me estás confundiendo con otro. / Nena, no soy el de la foto, / no tengo ni carro ni moto / lo que tengo es papeles de loco, loco, loco sexual”, le escuché gritar a voz en cuello más de una vez.

Entonces me invadió una indignación acompañada de tristeza; a pesar de su inocencia, repetía la vulgaridad que algunos se atreven a llamar música y la ponen a todo volumen en fiestas, centros recreativos, y en el espacio más íntimo de los hogares.

Letras similares a las repetidas por el pequeño de mi historia son cotidianas, incorporan antivalores a la personalidad de los infantes y forman un gusto estético que envenena el espíritu.

Me confieso detractora de canciones como estas, que no son pocas por cierto, con un lenguaje ofensivo, empobrecido, desnudo de metáforas, pletórico de groserías referentes a las relaciones sexuales, y propio de quienes no tienen el menor sentido de lo que significa componer un tema musical.

No soy la única que lamenta la elección de los padres al escoger el regguetón para amenizar el cumpleaños de los más pequeños de casa o como ambiente sonoro de cada día.

Son los adultos quienes deben velar por cada una de sus necesidades y respetar sus espacios, además de seleccionar la música y materiales audiovisuales acordes a su edad, al menos preferir los ejemplos más decorosos e instructivos.

Pero esta pretensión en algunos hogares de hoy es utopía, los niños y niñas están allí, participan de todo. Algunos dicen que hoy son más despiertos y precoces, quizás se trata de que oyen y ven lo que no debieran.

La infancia, esa etapa mágica de la vida, precisa encontrar en su entorno condiciones favorables para un crecimiento cultural, pero, sin tener a los padres de aliados es casi imposible; la mejor universidad está en casa.

No siempre la mayoría logra despojarse de esos estereotipos reforzados una y otra vez por canciones que insultan la rica historia musical de Cuba.

Mientras tanto, intento que el pequeño de ojos muy grandes y expresivos, no se contamine aún más y llegue a disfrutar como lo hice yo, de las melodías de Teresita Fernández, esa grande de la música infantil cubana, que nos asegura en uno de sus temas inmortales “a las cosas que son feas/ ponles un poco de amor/ y verás que la tristeza/ y verás que la tristeza, va cambiando de color.”

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