Ni un paso atrás

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Por Yelandi Milanés Guardia | 1 diciembre, 2016 |
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FOTO/ Rafael Martínez Arias
FOTO/ Rafael Martínez Arias

Joel Sánchez Leyva jamás imaginó que en 1957 su vida tomaría un rumbo insospechado. Las labores de limpiabotas, cargador de maletas, repartidor de pan y leche, no guardaban relación alguna con lo que sería a partir de julio de ese año.

Después de esa fecha crucial Sánchez Leyva comenzó a formar parte del Ejército Rebelde, lo que le permitió estar en varias ocasiones cerca de Fidel Castro Ruz.

“Cuando me alcé, después del Combate del Uvero, había recién cumplido los 16 años y me uní al Che, el cual se encontraba atendiendo a los heridos del Combate del Uvero, a quienes también curamos y atendimos.

“Un día comenzamos a caminar y caminar hasta que en un lugar intrincado de la Sierra Maestra nos encontramos con Fidel. Me alegré por verlo por primera vez, pero estaba muy lejos y todo fue rápido.

“Luego me dediqué a hacer mandados y cumplir algunas tareas. Mi contacto más próximo con él fue cuando me consagré, con otros compañeros, a recoger las mercancías enviadas al Ejército Rebelde desde el llano.

“A partir de entonces lo pude ver con más frecuencia y menor distancia, pero mi mayor cercanía al Líder Histórico de la Revolución cubana fue en los días de la contraofensiva, durante la cual le llevé personalmente algunos mensajes.

“Después de la contraofensiva fui ganándome la confianza de Celia Sánchez y él, quienes me apodaron bayamito, por mi lugar de origen y porque era pequeño”.

Posteriormente, este veterano combatiente estuvo entre los responsables de cuidar a Fidel en la Comandancia de la Plata, lo cual no le daba privilegios porque no resultaba fácil verlo. Su vida era muy importante y generalmente la intermediaria entre el jefe rebelde y la tropa, era Celia.

Después de estrenarse en el combate Pino del Agua II fue ganándose la confianza de ellos, porque vieron en su rostro la ausencia del miedo.

“Estar a su lado constituía un honor pero a la vez era una tarea difícil. Había que cuidarlo de aquellas personas poco confiables. Por eso antes de algún recorrido asegurábamos las casas de los campesinos sospechosos.

“La eficacia de su seguridad personal viene desde la Sierra Maestra”.

Bayamito guarda en su mente una escena imborrable y muy impactante: “En una ocasión vi a Fidel con unos zapatos cosidos con alambres, lo cual evidenciaba que aunque fuera el jefe, sus condiciones de vida no distaban mucho de las de nosotros”.

Entre los momentos más grandes de su existencia rememora los ascensos a primer teniente y a capitán hechos por el líder guerrillero.

También incluye su participación, por orden de Fidel, en la lucha contra bandidos y en Playa Girón, donde tuvo como misión la tarea de llevar unos camiones con armas.

Su memoria repasa, como un rollo de película proyectado, cada instante vivido junto al eterno Comandante: “Nunca he podido olvidar como le gustaba preparar platos de comida, era uno de sus grandes entretenimientos.

“Guardo para siempre el recuerdo de aquel día de las madres de 1959. En esa jornada me vio sentado y triste. Imagínate, desde el 57 no había visto a mi mamá.

“Me puso la mano en la cabeza y me dijo: Yo sé lo que te pasa. Entonces le orientó a Celia darme 200 pesos y 15 días de vacaciones para poder venir a ver a mi madre.

“Por esas y otras razones lo considero lo más grande del mundo. Él para mi es un Dios, un ser todopoderoso. El Comandante fue el padre que no tuve y mi mejor maestro, porque mucho de lo que sé lo aprendí a su lado.

“Nuestro principal deber es no dar un paso atrás y mantener todo lo logrado y conquistado por este hombre extraordinario”.

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