El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterrez, ha advertido recientemente, que la pandemia del coronavirus causará una inimaginable devastación y sufrimiento en todo el mundo, con niveles históricos de hambruna y hasta mil 600 millones de personas incapaces de ganarse la vida a menos que se implementen acciones ahora para frenar ese terrible e inevitable impacto.
Los cubanos, bien lo sabemos, no estaremos en esa alarmante cifra, porque desde el inicio de la Covid 19, el Estado viene implementando una estrategia que garantice incluso después de la pandemia, programas para asegurar los alimentos y productos básicos, de primera necesidad.
Se ha diseñado una política de distribución, que aun con sus conocidas fallas a causa de cuestiones organizativas, buscan equidad en la oferta, política que en muchos puntos se mantendrá en la etapa de recuperación.
Sin embargo, lo que más ha preocupado a no pocos granmenses en este período, es el hecho de que ciertos individuos se han aprovechado del momento para poner más por encima los precios de los productos que habitualmente adquieren a través del acaparamiento, y luego revenden ilícitamente.
Nada los ha frenado, ni las tristes historias personales que han llegado desde diferentes puntos del planeta, escritas obligadamente por una pandemia que sembrado muerte sin distinción de raza, de sexos, de edades, de posiciones sociales, de status económico.
Al contrario, si antes de la pandemia ya la población no podía sostener el fuego cruzado de revendedores, en medio de esta aquellos se manifestaron más inescrupulosamente.
Litros de aceite hasta 150 pesos, pomos de champú y crema suavizadora de pelo a 12 dólares la unidad, adquiridos, todo indica, en un Tu envío al que no todas las personas pueden acceder.
Así es muy difícil enfrentar cualquier etapa, si individuos de esa naturaleza persisten en echar por tierra y empañar todo el ingente esfuerzo que el país y los territorios han realizado y continuarán realizando para que aun en medio del considerable impacto económico de la Covid 19, llegue a la población lo mínimo indispensable.
Esa realidad se ha convertido desde antes del coronavirus en una verdadera pandemia, con un alcance tal que despierta impotencia, y contra la que acaso, ahora más que nunca debería batallarse.
En medio de la Covid el país hizo público el enfrentamiento a ilegalidades que han convivido inertemente entre nosotros desde hace mucho tiempo. A esos ejemplos también deberían sumársele el de individuos que en una cómoda “lucha” persisten en lucrar con las necesidades del pueblo.