Nuestra gota

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Por María Valerino San Pedro | 7 octubre, 2019 |
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Con esa intrepidez y arrojo puestos de manifiesto en múltiples ocasiones, hemos asumido los cubanos la situación presentada en la segunda quincena de septiembre por el déficit de combustible.

Dicho así parece fácil, pero ha implicado desvelos, organización de medidas y nuevos planes, adecuación de horarios… en fin, un gran despliegue de patriotismo y talento, logrado con la seriedad necesaria, pero sin perder la sonrisa.

Reconforta saber de la fortaleza de valores en ocasiones dados por perdidos, conocer cómo muchos cubanos brindan hasta su propia sangre por ser solidarios, aquí, dentro del terruño.

Satisface apreciar cómo, de manera individual y colectiva, los granmenses aportan diariamente una “gota al mar”, que lo hacen inmenso.

No obstante haberse escrito ya historias de solidaridad para no olvidar, no todos los ciudadanos actúan de igual forma, y aunque pudiera enumerar fechas y hechos alejados totalmente de la amistad incondicional, el respeto por el prójimo, la fidelidad, la franqueza, el desprendimiento, el amor y el desinterés, prefiero referirme de manera general a los valores humanos y a cómo podemos influir con ellos en la nueva generación y en la sociedad toda.

No es mi pretensión que existan personas perfectas, de ningún modo, pues yo misma no lo soy, pero sí sería muy bueno contar, sobre todo en estas circunstancias, con seres humanos con defectos y virtudes, pero perfectibles, capaces de transformarse para bien en la mayor parte de los casos.

Fundamento la anterior afirmación en los ejemplos de antivalores apreciados cotidianamente, y que no tienen cabida en momentos como estos, como la traición entre compañeros, amigos o familiares; el arribismo a costa incluso de destruir a otros, el engaño, la mentira, la violencia, el irrespeto y la descortesía…

La vida está plagada de ingredientes que van más allá del laboreo diario, los beneficios económicos, la ropa o la alimentación; uno esencial es la educación de nuestros hijos, y la familia, sin importar la procedencia social, es el elemento definitorio, primordial, único, encargado de formar la personalidad, no exenta de defectos, pero decididamente plena en materia de moral, lealtad, honestidad y respeto por los semejantes o, por el contrario, deformarla.

Nuestra educación es gratuita y realmente buena por la calidad del proceso, tanto docente como educativo, es una oportunidad única que no todos en este mundo tienen el privilegio de disfrutar, pero es preciso entender de una vez que el respeto a los demás y por nosotros mismos, la dignidad, la lealtad y la solidaridad, entre otros valores importantes y tan repetidos, no son solamente patrimonio escolar, y no podrán adquirirse si no existen, en primer término, en el seno familiar.

Todo y más es necesario en esta dirección.

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