El ojo clínico del abuelo

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Por Anaisis Hidalgo Rodríguez | 3 abril, 2020 |
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Colectivo de trabajadores del Hotel Mariposa, en La Habana. Mi hermano, el  segundo, de derecha a izquierda y con nasobuco blanco.

Mi abuelo solía decir que mi hermano José tendría sangre para el trabajo, y no se equivocó. Desde pequeño estaba pegado a él, ayudándolo en todo. Quizás por esa complicidad con el trabajo, mi hermano tenía al abuelo metido en un bolsillo, o lo que es igual, tenía el bolsillo del abuelo entre sus manos.

Pues sí, era el único nieto con derecho a 20 centavos para merendar, en aquel tiempo, una buena suma.

Mi hermano, la verdad, no fue muy ducho para la escuela. Cuando yo dormía copiaba de mis libretas para llevar las tareas a la escuela. Aquí ponía en práctica una de sus más importantes teorías: Yo había nacido con inteligencia para cuestiones escolares; él con la de la vida.

No pensé que lograra su técnico medio en construcción civil, ni se licenciara en Derecho, sobre todo porque cuando llevas sobre tus hombros el sostén de tu madre y de tu hermana, es difícil no equivocar el camino. Pero siempre se mantuvo dentro de lo legal y bien hecho, incluso, cuando compraba aguacates a campesinos para revender y hacer dinero durante el periodo especial. Como decía el abuelo, ‘pobre, pero honrado’.

En la familia le apodamos el loco; también algunos amigos y colegas de trabajo, porque es echadito pá late, arrojado, bravucón, sin miedo al trabajo, como lo avizoró el abuelo; ¡solidario….hasta la médula, y jaranero a tal punto, que todavía a sus 41 años, nos preguntamos cuándo va a madurar!

Pero la verdad, yo creo que mi hermano siempre ha tenido más madurez de la que correspondía a sus años, y trata de equilibrar tanta responsabilidad con esa sobre dosis de jugarretas.

Por estos días de Coronavirus, mi hermano José, es uno de esos tantos cubanos anónimos que exponen su vida para ayudar a reducir en Cuba la extensión de esta mortal pandemia.

En el Hotel Mariposa, donde trabaja, acogen a contactos asintomáticos, cubanos y extranjeros residentes, que entran al país, y otros pacientes dados de alta que se mantienen en observación.

Todos al saber de los pormenores nos preocupamos, porque en su afán por el trabajo no mide consecuencias, y siempre quiere echarse el peso del mundo encima,  pero sé que dentro de su locura hay mucha  ecuanimidad, y que toma las precauciones necesarias.

Aún con sus ocupaciones, tiene tiempo para interesarse por nosotras, saber cómo estamos y si usamos el nasobuco para salir; ‘mamá, que ni salga de casa.’

Mi abuelo decía que mi hermano tendría sangre para el trabajo, y no se equivocó. Lo que no llegó a vislumbrar es que ese amor por el trabajo se forjó en el día a día, desde casa, y se basó en la solidaridad. Hoy me complace saber que hay otros que comparten su “locura”.

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  1. Saludos ha estas hermosa historia.Saludos,al colectivo de trabajo del Hotel Mariposa,Saludos Jose.tu formas parte de tantos cubanos anonimos exponiendo tu vida en cuba y en cualquier parte del mundo,heres una gota de agua en este rio cresido que es la revoluccion cubana,locos pero responsables,pobre pero honrados,Siempre defenderemos las vidas de nuestros abuelos ,abuelas,nuestros ninos. ninas,inspirarados en estos 60 anos de lucha.viva Jose ,viva el abuelo,este rio hamas predera su cause.Fidel.