Ajustar una intangible brújula

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Por Gisel García Gonzalez | 4 noviembre, 2015 |
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Acercarnos a la celebración del aniversario 502 de la villa San Salvador de Bayamo, este 5 de noviembre, constituye no solo un motivo de orgullo y festejo para sus habitantes, sino, además, un momento preciso para acercar a las nuevas generaciones a las tradiciones culturales de este pueblo desde los ámbitos escolares.

La tradición es el reflejo de la actividad material y espiritual del hombre, que por la significación que adquiere dentro de las relaciones sociales, es asumida por el proceso histórico y constituye un legado, en aristas culinarias, profesionales, artísticas, religiosas, entre otras; que pasa de padres a hijos.

La relación del niño con las costumbres, herencia cultural e historia de la localidad, región y país en el que vive, comienza en la casa y se potencia en la escuela, pues padres y maestros deben contribuir con el desarrollo de la identidad cultural del pequeño y la formación de un sentido de responsabilidad hacia el patrimonio.

Sin embargo, no basta con impartir los conocimientos al respecto; los estudiantes deben asumirlo como parte de su vida cotidiana, como un aspecto que sirve para afirmar su existencia, pertenencia y al cual esta llamado a enriquecer con los nuevos significados y sentidos del momento en que vive.

Quiénes somos, de dónde venimos, con qué estamos comprometidos, porqué están fundamentados así nuestros principios y cómo nos corresponde colaborar, son interrogantes cuyas respuestas los alumnos deben construir y asumir racional y emocionalmente desde ese conocimiento y experiencia diaria.

Tal saber no se encuentra solo en los libros de texto y museos, sino presente en las veladas, tertulias, la música, las narraciones, viviendas, mobiliarios, vestuario, alimentación; integrando silenciosamente la fisonomía espiritual y material de un pueblo durante siglos de legitimación.

Algunas tan enraizadas no son siquiera vistas conscientemente como tales debido a su presencia imprescindible y cotidiana en la vida de los pobladores, y otras, en cambio, necesitan un hálito de renovación.

No obstante, incluir las tradiciones en el proceso de enseñanza aprendizaje no es un fin en sí mismo sino un medio para educar y formar la noción de identidad, pertenencia y cultura.

En el actual contexto globalizador, existe la amenaza constante de la estandarización de la cultura y ante este fenómeno debe persistir la necesidad de dar testimonio de la vida diaria, dar a conocer la capacidad creativa y preservar los trazos de su historia, pues lo nuevo si no se vincula a lo conocido y a lo existente, carece de raíces, es frágil y superficial.

Hoy resulta indispensable la perpetuación de nuestras riquezas y conquistas, es necesario que el individuo se sienta parte de su historia, la presencia de los elementos que lo identifiquen como miembro de ésta y como resultado de todo el devenir histórico de su nación, provincia o localidad.