Constancia, ven a nosotros

Share Button
Por Sara Sariol Sosa | 15 octubre, 2015 |
0

Hace algunos años, quizá una década atrás, publicamos en nuestro semanario un comentario con el título: ¿Se autoestiman los granmenses?, cuya pretensión era invitar a la reflexión sobre ese sentimiento valorativo que conduce a un alto desarrollo personal.

“Deberíamos volver una y otra vez sobre ese asunto, o mejor llamémonos más a la constancia”, me ha sugerido recientemente un amigo cuando, en un grupo informal, hablamos sobre el gran reto que implica transformar nuestra participación en los complejos, pero imprescindibles procesos del reordenamiento económico y social propuesto por el país.

Y tiene razón, pues, acaso, lo que nos falta para conseguir los múltiples objetivos marcados es sobre todo persistencia y desapegarnos un poco de la tendencia a poner en primer plano las insuficiencias materiales, como justificación de lo que no hacemos.

Nadie niega que los recursos y los presupuestos son necesarios, pero, a veces, disponemos de estos y los desaprovechamos.

Convoquémonos ciertamente a la constancia, esa predisposición del ánimo respecto a un propósito, justo para vencer los desafíos de la cotidianidad,  las pruebas a través de las cuales moldeamos esa parte de la personalidad que define, cuánto estamos dispuestos a empeñarnos por alcanzar nuestras metas.

Nos hemos acostumbrado a creer que nos esforzamos lo suficiente para conseguir cuanto tenemos, y más, que nos corresponden, porque sí,  un espacio, servicios, satisfacciones… Pero, pocas veces nos preguntamos si es nuestro trabajo realmente auténtico.
Ser constante lleva implícito el hecho de enfrentarse a una serie variable de dificultades, hasta obtener lo que nos proponemos, y para ello es necesario que se cumplan ciertas condiciones, como el interés, que es, a lo sumo, una de las más importantes.

Tan así es que, personas que no se consideran dotadas de un talento especial logran cosas tremendas, al suplir la falta de habilidades naturales con su perseverancia.

Se trata de una de las actitudes más acertadas, dado que de poco sirven el virtuosismo y los recursos, sin el trabajo constante, el estudio, la creatividad y la riqueza propia de la experiencia. Cuando asumamos esas disposiciones, no solo obtendremos nuevos objetivos, sino podremos mantener lo que hemos adquirido. Eso, sin dudas, todavía nos falta.