Las travesuras de la nostalgia

Share Button
Por Yasel Toledo Garnache | 2 julio, 2015 |
0

El suceso me despertó la nostalgia. Al principio, ella caminaba con paso lento. Luego, saltaba de un lado a otro, como duendecillo intranquilo, y los recuerdos se multiplicaban en mi mente. Una sensación indescriptible recorría mis entrañas, como sumergida en la marea de las venas.

Al frente, tres estudiantes, Ana Leticia López, Lorianne Urizarri y Mónica Ramírez, presentaban sus tesis en opción al título de licenciadas en Periodismo. Al final, las tres sonrieron entre aplausos y felicitaciones.

Hace justamente un año estuve en su lugar. Recuerdo el cómo diré todo esto en tan poco tiempo y el nerviosismo, más visible en mami.

Hoy pienso en las decenas de jóvenes granmenses que, durante estos días, realizan exámenes estatales y defensas de documentos científicos. Imagino el ajetreo, el insomnio de algunos y hasta los instantes de pasmo, que suelen extenderse a los familiares.

Visualizo otra vez a varios amigos. Algunos derramaron lágrimas, tomaron calmantes y no pudieron evitar el sudor en las manos; otros, hicieron catarsis a escondidas mientras fingían tranquilidad. Luego, me dijeron que nunca habían tenido tantas ganas de llorar. Me ponían una mano en el hombro y después, con tono jocoso o serio, expresaban: “prepárate para cuando te toque”.

Cuando es un familiar u otra persona querida la protagonista, los demás en la sala también sentimos inquietud, cada palabra nos parece la página de un libro inconcluso, y acentuamos con la cabeza, cruzamos los dedos o sonreímos seguros del triunfo.

El suceso comienza desde antes con la investigación previa, las entrevistas y encuestas, la redacción, la búsqueda del vestuario y el brindis… Por cierto, hace poco una diplomante me preguntó si consideraba adecuado hacer regalos al oponente y a los miembros del tribunal. “Es tu decisión”, le dije. Ella ripostó: “Los demás de mi grupo lo harán. Yo quisiera, pero…” El tono de su voz y la tristeza en los ojos comunicaban más que decenas de palabras. Eso merece otro comentario, ahora solo subrayo: Ojalá siempre tuviéramos la inocencia de un niño, un uniforme como ropa para ese momento y el brindis fuera modestísimo, simbólico, y no manera de presumir o motivo para el estrés y preocupación de algunos. El talento y la preparación lucen mejor sin encajes.

Las defensas de tesis significan también una especie de despedida de la Universidad, y presentación para la etapa profesional. Una puerta se cierra, aunque no de forma completa, y otra se abre, llena de retos, sueños y deseos de superación.

Hacerlo bien es ser consecuente con los buenos profesores, los esfuerzos personales y el de la familia. Al final, queda ese vacío que nos hace volver una y otra vez en busca de los recuerdos, y desandamos nuevamente los pasillos de la Casa de Altos Estudios, jugamos pelota junto a los compañeros de la beca o recorremos calles y parques, que nos despiertan la sonrisa. Perduran las imágenes del momento frente al tribunal, la oponencia y el auditorio. Uno las visualiza cada cierto tiempo, acompañadas de ese ser travieso, que ahora mismo persiste, incansable, la nostalgia.