El mundo de algunas recepcionistas

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Por Yasel Toledo Garnache | 31 agosto, 2018 |
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No todas se comportan igual. Algunas son agradables, rápidas y eficientes en su quehacer, pero otras causan cierto malestar en quienes precisan de sus servicios. Han sido reflejadas en caricaturas, chistes y numerosos comentarios de clientes, quienes suelen asociarlas a juegos electrónicos en computadoras o móviles, y  largas conversaciones por teléfono.

En ocasiones, lucen serias, como si escribieran el informe más importante del mundo, mientras alguien espera frente a ellas, pero en verdad terminan algún nivel digital.

A veces, responden casi sin mirar al visitante, dicen que la persona buscada “está reunida”, “no se encuentra” o “permanece ocupada”. También pueden asegurar: “no, ese trámite no es aquí”, todo con más interés en la pantalla electrónica que en ayudar.

Y la víctima, que puede llamarse Elena, Luis, Orlando y de muchas otras formas, suele irse cabizbaja. Tal vez, después de varias carreras, termine en el primer lugar donde fue, simplemente, porque aquel ser “poderoso” ni siquiera entendió bien lo que deseaba.

En momentos, hasta nos convertimos en público de conversaciones amorosas y discusiones, mientras solo deseamos realizar una pregunta.

Un amigo define estas situaciones como una especie de virus que varios adquieren de forma consciente o no y disfrutan hasta que les toca estar del lado del necesitado. Otro las asocia a un cuadro de pintura o mundo abstracto en el que no entiende casi nada, pero siente incomodidad y hasta deseos de llorar.

Esta no es la primera vez que se escribe sobre el asunto. Varias décadas atrás, lo hizo en este semanario el colega Armando Yero La O, y yo también compartí algunas anécdotas hace poco más de un año…, pero todo sigue muy similar y hasta empeora por el efecto seductor de las nuevas tecnologías.

Ya sé que estos párrafos pueden ser peligrosos. Yo, amigo de varias recepcionistas, podría ganarme algunos “cocotazos verbales” o “días sin que me hablen”, por eso reafirmo: hay varias muy buenas, buenísimas.

Todas ellas son fundamentales en la vida contemporánea, como facilitadoras de información, enlaces comunicativos y con una función explicativa. Constituyen parte determinante de la tarjeta de presentación y de la imagen general de sus empresas.

Me comentan que para escoger a quienes desempeñan esa función se debe realizar una prueba de aptitud, pues su responsabilidad significa mucho más que responder el teléfono y estar sentada durante varias horas. En verdad, suelen realizarse entrevistas para la selección, pero qué pasa entonces.

Como aspectos fundamentales para ser eficientes en esa labor, muchos señalan tener habilidades como ser buen oyente y mostrar voluntad para ayudar, anotar bien los mensajes, aprender o tener todos los números de teléfono posibles, saludar, comunicar con facilidad y demostrar cortesía.

Ojalá, aunque parezca soñador, todas fueran impecables en su quehacer. Cada directivo, debe exigir y predicar con el ejemplo, sin “inventarse” reuniones para no atender a otros y demostrando que en su institución los visitantes son muy importantes, pues si ellos no actúan así, sería casi imposible que sus subordinados lo hagan.

Nosotros, los clientes, también debemos reclamar la excelencia, siempre con respeto. Lo mejor sería que las personas del otro lado tengan empatía y reciban a los demás con una sonrisa, conscientes de que mañana podrían estar en su lugar.

Varios párrafos se ajustan a otros aspectos de la sociedad. Su solución no dependerá de cambios en la Constitución o profundos debates, lo cual resulta muy necesario, sino de la bondad, ser siempre mejores, hacer el bien y tratarnos como familia.