Urgente resistencia

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Por Gisel García Gonzalez | 15 marzo, 2016 |
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De todas partes llegan a nuestra vista u oídos, pueden haber nacido hoy o hace una década, en Cuba o un rincón europeo, los productos culturales de todas las generaciones y confines del mundo están a nuestro alcance gracias al desarrollo tecnológico.

Incluso no es necesaria la intervención de instituciones o medios de comunicación para poner a disposición de los públicos música, cine, pintura o hasta los descalabros de alguien delante de su webcam.

Sin embargo, los centros dedicados a la recreación, promoción de la cultura, con funciones educativas o no, no pueden perder los papeles en este asunto, ni rendirse, a pesar de las establecidas políticas del país, a preferencias provenientes de canales alternativos; pues es innegable su influencia en la cultura popular y los gustos estéticos de sus audiencias.

Los medios masivos de comunicación confieren status a acontecimientos, grupos, personas, organizaciones y movimientos sociales, otorgándoles prestigio y realzando su autoridad. Ser reconocido por periódicos, la radio, las revistas o los noticieros televisivos, atestigua que se es lo bastante importante como para ser distinguido entre las vastas masas anónimas, y que su conducta y opiniones exigen la atención del público.

En nuestras instituciones y medios, la cultura forma parte de todos los contenidos y géneros, no siempre desde intenciones explícitamente didácticas, pero sí de ampliación de conocimientos y disfrute; no obstante, se teme que con el pretexto de que es lo que se ve o escucha, “lo último”, “la moda” se favorezca no siempre de forma consciente, realizaciones vulgares.

Si existen campañas en contra de la violencia de género y a favor de las adecuadas conductas morales, el realce de los valores y la conservación de las tradiciones populares, no se pueden divulgar productos que atenten contra éstas.

No se trata de censura, sino de sentido común: conocimientos y creencias compartidos por una comunidad y considerados como prudentes, lógicos o válidos. Se trata de la capacidad natural de juzgar los acontecimientos y eventos de forma razonable.

El sentido de los públicos ha cambiado. La cultura de masas se transforma en una cultura segmentada; espectadores diversos, activos, portadores de variados gustos y modos de consumir, a lo cual se agrega un amplio mercado para las artes.

En nuestra sociedad es engañoso hablar de la decadencia de gustos estéticos; lo cierto es que hay más personas que consumen arte, pero comprenden menos; los poseedores de altos criterios estéticos constituyen una minoría dentro de las grandes masas optando por un mismo producto, cuyos responsables, en consecuencia, han adecuado los valores y gustos, a veces de forma exageradamente baja.

Mejorar los gustos de los públicos mediante la calidad de los productos artísticos no es una cuestión sencilla, pues los valores estéticos no son algo absoluto, sino que están relacionados con la situación histórico-social en la que surgen y reflejan el contexto económico, ético, artístico en el que están insertados, y por lo general si algo no es del interés de la mayoría se deja de escuchar y ver.

Sustraídas de las redes internacionales, la producción musical de algún grupo de pésimo gusto puede aparecer en una esquina o expenderse en un kiosko, las facilidades tecnológicas han provocado que muchos músicos y realizadores audiovisuales no estén interesados en la radio y la tv, si la Internet tiene hoy mayor alcance.

Frente a este escenario, las instituciones y empresas de la cultura están obligadas a ser verdaderos modelos de promoción de las mejores expresiones de la creación artística cubana y universal, sin populismos y sin hacer ningún tipo de concesiones en la calidad de su propuesta.