Como si todos los hechos simbólicos y trascendentes que atesora esta provincia fuesen pocos, ayer volvimos a vivir otro de suprema importancia, que debería llevarnos a interpretar las alegorías de nuestra historia.
No por casualidad el Presidente Miguel Díaz-Canel se detuvo en el detalle: su discurso sería el primero en una plaza abierta de una persona “no histórica” de la Revolución desde que hace 60 años comenzó a conmemorarse la gesta del 26 de Julio.
En ese pormenor, como él dijo, habita una metáfora: otra prueba de confirmación de que el batón de relevo y continuidad ha sido entregado a una generación con tantos desafíos y obstáculos por delante como aquella gloriosa, que decidió tomar el cielo por asalto y vindicar a Martí en el año de su centenario.
Tal suceso se encadena de manera imaginaria con el último discurso de Fidel en un acto masivo por el Día de la Rebeldía Nacional, pronunciado justamente hace 13 años en la Plaza de la Patria.
Si analizamos con sano “chovinismo” los sucesos, nos percataríamos de que los granmenses tenemos doble razón para ir por más, algo que como bien planteó el Jefe de Estado, no ha de convertirse en una simple consigna porque es la “traducción al lenguaje de gobierno de la respuesta política al enemigo”.
Haber sido excepcionales testigos presenciales del último discurso de Fidel y del primero de nuestro actual Presidente en un acto por la efeméride del Moncada, tendría que conducirnos a la conclusión de que Granma tiene incentivos especiales para transformarse, crecer y convertirse en una provincia que refrende con más acciones concretas su hermoso pretérito de luchas y héroes.
Por cierto, a estas alturas, debe haber quedado claro, incluso para los agoreros de mala fe -por las palabras del propio Díaz-Canel y otras pruebas contundentes-, que este territorio fue seleccionado para ser la sede principal de las actividades por el 26 no solo por su historia anchurosa, también por sus realizaciones en numerosas vertientes sociales y económicas, aunque todavía el potencial es infinito.
Si Fidel aseveraba hace 13 años que “Granma no necesita ningún plan de transición yanqui”, el presidente de hoy, hablando “en nombre de los agradecidos”, convocaba, desde la misma plaza, a pensar como país, espantar el egoísmo, la vanidad, la desidia, la chapucería, el “no se puede”, precisamente para no ser presa del gigante de botas de siete leguas.
¿Se pueden aprovechar esos símbolos para edificar juntos un territorio mejor, en el que se piense sin pequeñeces o sin complejos provincianos? Por supuesto que sí; la hermosa celebración de ayer lo confirmó.
Pero esos propósitos implican perfeccionar estrategias, trabajar metódicamente, explotar el conocimiento y la ciencia; hacer, como sentenció Díaz-Canel, de cada día del almanaque un 26.