Florentino Ariza le apretó la mano, se inclinó hacia ella, y trató de besarla en la mejilla. Pero ella lo esquivó con su voz ronca y suave.
–Ya no -le dijo-: huelo a vieja.
Fermina Daza siguió inmóvil hasta la madrugada, pensando en Florentino Ariza, no como el centinela desolado del parquecito de Los Evangelios cuyo recuerdo no le suscitaba ya ni una lucecita de nostalgia, sino como era entonces, decrépito y rengo, pero real: el hombre que estuvo siempre al alcance de su mano, y no supo reconocerlo.
El capitán miró a Florentino Ariza, su dominio invencible, su amor impávido, y lo asustó la sospecha tardía de que es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites.
-¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? -le preguntó.
Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches.
-Toda la vida -dijo.
Así, de manera magistral Gabriel García Márquez concluye su novela El amor en los tiempos del cólera, esa obra capaz de reflejar tan vívidamente la necesaria relación de pareja en la edad madura, algo mucho más común de lo imaginado, y que cobra mayor significación en un país como Cuba, con un alto envejecimiento poblacional.
El amor entre ancianos es un pacto de fidelidad y respeto para siempre, algo realmente hermoso, mucho más hoy día, cuando no todas las relaciones de pareja son duraderas.
Entrar en lo que se considera la tercera edad no presupone el final de las expresiones de afecto y sexualidad, pues solo cambia la manera de relacionarse.
Al indagar en estudios realizados por especialistas, supimos que los mayores con una historia sentimental plena tienen más salud física y mental, además de una mejor calidad de vida, independientemente de sus patologías asociadas.
La relación amorosa se transforma en parte fundamental en las personas que peinan canas. Los abrazos, besos y caricias, así como el saberse querido ofrecen otra dimensión en esa etapa, tanto si hablamos de una unión con largos años de convivencia o de una nueva e ilusionante.
Con el divorcio o la viudez se abre para los adultos la posibilidad de encontrar un compañero para no sufrir la soledad de la vejez, pues aunque tengan una gran familia, necesitan compartir incondicionalmente su intimidad.
BELKIS Y ORLANDO
Una linda historia de más de medio siglo atesoran Belkis Fonseca Alarcón y Orlando García Castro, maestros jubilados que muestran una expresión de complacencia al rememorar esas décadas de su vida.
“Orlando ha sido mi primer y único amor, desde los 17 años, en él me encontré a mí misma y el sentido de mi existencia, complementado por el nacimiento de nuestros tres hijos: Victoria, Vivian y Orlandito”, dice ella.
“A esta edad ya no sentimos la pasión y la fogosidad de los primeros tiempos, pero nos conocemos más, vivimos el uno para el otro, hasta que llegue el fin. Cuando ella no está siento soledad, le echo de menos, estoy vacío, porque me hace falta como esposa, como compañera, como amiga….”, asegura él.
Belkis asevera que para ellos el amor ahora lo simboliza todo, porque por ese sentimiento construyeron una sólida familia de hijos y nietos, se mantienen juntos compartiendo achaques y caprichos.
“Nos necesitamos para todo, para vivir, conversar, saber que no estamos solos”.
PROGRAMA DE ATENCIÓN AL ADULTO MAYOR
En Granma habitan hoy 146 mil 70 adultos mayores, para un índice de envejecimiento poblacional de 17,4 por ciento, inferior en 2,2 al porcentaje nacional.
La doctora Nancy Lourdes Martínez Garcés, jefa del Programa del Adulto Mayor en la provincia refiere que en el territorio funcionan ocho hogares de ancianos y 13 casas de abuelos, con esmerada atención para ese segmento poblacional.
Agrega que pueden acceder al servicio de Geriatría en el Hospital provincial clínico quirúrgico Celia Sánchez Manduley, de Manzanillo, con 20 camas de ingreso.
Concluye informando que Manzanillo, con 24 mil 831 y Jiguaní, con 11 mil 328 ancianos, son los municipios de Granma con más alta cifra de adultos mayores y de índice de envejecimiento, con 19 por ciento.
SEXUALIDAD
Contra los mitos y creencias, también la sexualidad debe vivirse en esta etapa, como en todas, con comprensión y, lo que es más difícil, con aceptación. Las inevitables transformaciones físicas y orgánicas se integran e incorporan a la actividad sexual de forma positiva, como la frecuencia y el tiempo dedicado a las caricias y a la estimulación.
La sensibilidad hacia los cambios del otro miembro de la pareja hará más satisfactoria para ambos la relación, dialogando y compartiendo las experiencias diariamente.
A CUALQUIER EDAD
Dicen que el amor llega en momentos inesperados. Este es el caso de Caridad Cauce, de 78 años y Emilio Azahares, de 68, que se aman desde hace 10 meses en el hogar Lidia Doce, de Bayamo.
Comenta Emilio que “los fines de semana convivimos en la casa de Caridad, y es bello, nos damos tanto, de eso que nos hacía mucha falta, mantenemos una buena relación de familia”.
“Pensamos casarnos y vivir juntos, en mi casa o aquí en el hogar de ancianos. Hemos encontrado la felicidad, tan necesaria a estas alturas de nuestras vidas”, concluye Caridad.
RODOLFO Y MARIA
Aunque para los amantes del tango 20 años no es nada, para Rodolfo Leyva y María Isabel Pérez sí lo son, pues resumen la convivencia, la armonía y el deleite del amor.
Ambos sobrepasan los 60 años, pero sonríen a la vida con plenitud, se complementan y dan aliento mutuo.
Este 14 de febrero se obsequiarán un gran beso de ternura.
EL MAYOR REGALO
“El deber del amor hasta que Dios quiera, mueve en mí cada acto habitual”, asegura José García, pareja de Roberta Pérez desde hace una década.
“Nos conocimos en El Horno, donde vivíamos, y nos enamoramos, pero hace ocho años, por problemas de salud de ambos, fue necesario internarnos aquí en el hogar de ancianos.
“Compartimos una habitación matrimonial, y como ella sufrió una trombosis y está seriamente limitada, yo me encargo de su atención, desde la madrugada”.
Para José, la vida, así compartida, es un regalo y como tal lo disfruta.
Roberta no dice palabra alguna, solo una amplia sonrisa muestra la complacencia de sus sentimientos.
El ser humano es capaz de amar hasta su último instante; y esta capacidad para dar y recibir amor es siempre un acicate para la vida.