Cuando surge la interrogante de cuáles son las conquistas de la Revolución, quizás para nuestros enemigos, estas se centran solamente en dos aspectos, la salud y la educación, porque así de simple ven las cosas, en su afán desmedido por demeritar una obra tan universal.
Ejemplos de todo el alcance de esos logros hay tantos que sería imposible enumerar en este espacio, pero como escuché hace poco en una asamblea, “ya estos no son tiempos de tanta verborrea, sino de ponerle el cascabel al gato”, por eso baste solo señalar algunos nombres: Frank, Ulicer, Adriel y Elisdel, personas con patologías prácticamente incompatibles con la subsistencia en otro sistema social, y que viven plenos y con todas las condiciones necesarias en Bayamo.
Entender tal afirmación es posible si nos remontamos a aquel histórico primero de enero de 1959, que trajo una nueva realidad de justicia social a este país, en el que unas 200 mil familias campesinas carecían de una vara de tierra donde sembrar alimentos para alimentar a sus hijos.
Además, de acuerdo con datos divulgados por la Revista Carteles en el propio año, el 14 por ciento de los obreros agrícolas padecían o habían padecido Tuberculosis, el 13 la fiebre tifoidea y el 36 tenía parásitos, al igual que el 90 por ciento de sus hijos, sin posibilidades de atención médica alguna por carecer de recursos, y porque en La Habana se hallaba el 65 por ciento de los médicos y el 62 de las camas hospitalarias.
A ello puede agregarse que de acuerdo con estadísticas oficiales la mortalidad infantil superaba los 60 fallecidos por cada mil nacidos vivos y la esperanza de vida al nacer era solamente de 58 años. Mientras unas 700 mil personas estaban desempleadas, y más de un millón de cubanos eran analfabetos.
Con el triunfo revolucionario se inició en Cuba una etapa de transformaciones encaminadas a crear un país abocado al beneficio de la mayoría de la población.
Una de las primeras medidas adoptadas fue la Ley de Reforma Agraria, a la que le siguieron otras, entre las que sobresale la Campaña de Alfabetización.
Desde entonces nada se ha detenido, y los resultados sociales en la Mayor de las Antillas son visibles y palpables.
Así, entre sus muchos resultados figuran, garantizar el acceso universal y gratuito a la salud pública, la aplicación del Programa de vacunación, ser la nación con mayor índice de desarrollo de la educación, ser ejemplo de protección a la infancia, priorizar la atención al adulto mayor, impulso a la electrificación, a la construcción de industrias, viviendas, hospitales, policlínicos, centros educacionales, instalaciones culturales, deportivas y de infraestructura hidráulica, agropecuaria, portuaria y vial.
Transcurridas casi seis décadas en Cuba se desarrolla un proceso de actualización del modelo económico y social como garantía de la continuidad y el fortalecimiento de nuestro sistema socialista.
Vale resaltar entre las más valiosas obras de la Revolución el nivel de instrucción del pueblo, el desarrollo de la conciencia, la cultura y la formación de valores y principios éticos.