Parque Museo Ñico López, privilegio de paz

Share Button
Por Elizabeth Reyes Tasé | 22 julio, 2019 |
1

FOTO Rafael Martínez AriasPara quien suscribe, alguien que tuvo la suerte de nacer en la histórica ciudad de Bayamo, 26 años después del triunfo de la Revolución Cubana, el parque museo Antonio (Ñico) López es uno de los lugares que más paz inspira en la añeja urbe, hoy capital de la oriental provincia de Granma.

Escenario junto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, de los heroicos sucesos del 26 de julio de 1953, el singular inmueble de muros amarillos, ubicado en la calle Abigail González número 57, no es solo un lugar de visita obligada, sino que forma parte de la vida de varias hornadas de bayameses, como espacio de importantes acontecimientos, encuentros o sano esparcimiento.

Con su inmensa historia y acogedora arboleda, el sitio ha sido testigo de incontables ceremonias de graduación de jóvenes profesionales, sesiones solemnes de asambleas del Poder Popular, actos de entidades y organismos, reconocimientos a estudiantes o trabajadores, y otras actividades.

Desde su apertura como institución patrimonial en 1978 y hasta nuestros días, una amplia y sistemática labor de animación socio-cultural fomenta el conocimiento y cuidado de nuestras tradiciones, a través de exposiciones museográficas y espacios de intercambio con niños, adolescentes, jóvenes y adultos.

Dirigida al público en general, del patio o visitantes, la estrategia desplegada a lo largo de los años por el colectivo del parque museo aprovecha el gancho histórico para promover, además, acciones de prevención de salud y protección del medio ambiente, entre otros temas de interés.

Sin embargo, la memoria de la Ciudad Monumento Nacional, los documentos históricos, argumentos de investigadores, o relatos de testigos presenciales entrevistados allá por el 1978 para el periódico provincial La Demajagua, devuelven una visión muy distinta del otrora cuartel Carlos Manuel de Céspedes.

A finales del siglo XVIII, los terrenos que hoy ocupa el “Ñico López” sirvieron de asiento a la residencia conocida como Torre de Zarragoitía, sitio de vicios y libertinaje promovidos por quien fuera administrador de rentas de la villa de San Salvador de Bayamo, Don Ignacio Zarragoitía Jáuregui.

Posteriormente se construyó allí el llamado Fuerte España, en cuyo campo de concentración se cometieron crímenes y asesinatos como el del patriota independentista Pío Rosado Lorié.

Otras muy tristes páginas de la historia de tal entorno comenzarían a escribirse a partir de 1903, cuando fue oficialmente constituido el Destacamento de la Guardia Rural Carlos Manuel de Céspedes, donde existieron tres escuadrones en todo el período de república neocolonial, hasta el triunfo revolucionario del Primero de Enero de 1959.

FOTO Rafael Martínez Arias

Bastión de poder y mazmorra para reprimir a líderes obreros, combatientes clandestinos y toda persona contraria a los desmanes de la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista, la guarnición de Bayamo era considerada por el alto mando militar de la Isla como una plaza de gran importancia estratégica.

Precisamente,  su favorable ubicación geográfica determinó que el cuartel Carlos Manuel de Céspedes fuera escogido por la Generación del Centenario, al mando de Fidel Castro Ruz, para ser atacado en acción simultánea con el Moncada, y evitar así el envío de tropas de refuerzo hacia Santiago de Cuba.

No obstante el fracaso militar, la feroz persecución, las torturas y el asesinato de decenas de valerosos asaltantes, en ambas ciudades, el 26 de Julio consagró la voluntad de lucha del pueblo cubano, y abrió las puertas de una nueva etapa que no se detuvo hasta el derrocamiento de la tiranía y el logro de la plena independencia nacional.

Así de sublime, en vidas y sueños, fue el costo que la Mayor de las Antillas pagó por la paz que hoy se respira en lugares como el parque museo Antonio (Ñico) López, que debe su nombre a  aquel Joven revolucionario cubano miembro del Movimiento 26 de julio y expedicionario del Granma,  asesinado el siete de diciembre de 1956 durante la tiranía de Fulgencio Batista.

Gracias a la generación que trastocó para siempre la realidad de la fortaleza militar, desterrando tortura, gritos, rejas y miedo, hace 66 años los bayameses y residentes de toda Cuba podemos visitar confiados el edificio de muros amarillos, convertido por la Revolución en un espacio de luz, con soplo de brisa fresca entre los árboles, trino de aves y puertas abiertas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

  1. Que bello esta el cuartel de lujo comno siempre lo mantiene sus trabajadores felicidades de esta bayamesa que aunque no vivo alla sigo siendo bayamesa a toda honra desde Camagüey