Pino del Agua: Un combate basado en la sorpresa

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Por Yelandi Milanés Guardia | 17 septiembre, 2017 |
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Che, máximo responsable de la emboscada en Pino del Agua

Después de estar siete días emboscados en espera del paso de un convoy enemigo, las fuerzas al mando del Che sostuvieron, el 17 de  septiembre de 1957, un enfrentamiento con tropas batistianas en un lugar llamado Pino del Agua, perteneciente al municipio de Guisa.

El plan de la emboscada fue ideado por Fidel quien se dejó ver con su tropa por aquella zona, para incitar el ejercito batistiano, el cual en estos casos inmediatamente venía para hacer una demostración de fuerza y disipar en el campesinado el efecto revolucionario de la presencia de los barbudos.

Hicieron una pequeña maniobra, mientras la columna de Fidel seguía su marcha hacia Santiago, a la vista de todo el mundo, el Che y su tropa daban un rodeo en la noche y se emboscaban para la espera del enemigo.

Distribuyeron la tropa de tal manera que estuvieran todos los caminos vigilados. El grupo encargado de Pico verde era pequeño, fundamentalmente de escopeteros con el compromiso de dar la alarma en caso necesario, pues era un buen camino de retirada y se pensaba utilizar después de la acción.

Efigenio Ameijeiras quedaba responsabilizado de vigilar una de las vías  de acceso a la retaguardia. Lalo Sardiñas, con un pelotón, quedaba en la zona del zapato. Ciro Redondo era el encargado con su pelotón de defender el acceso por la Siberia, donde se unen Uvero y Pino del Agua.

Las otras fuerzas estaban dispersas en la parte lateral del sendero que sube de Guisa, para sorprender a los camiones y concentrar el poder de fuego en el lugar donde era más probable la llegada.

El plan era simple; se les dispararía de ambos lados y pararían el primer camión en una curva, iniciando el fuego contra los otros, previendo tomar tres o cuatro vehículos si la sorpresa resultaba. El pelotón más responsabilizado era el de las mejores armas y estaba reforzado por gente del capitán Raúl Castro Mercader.

En el lugar principal se colocaron los hombres encabezados por el capitán Ignacio Pérez, quienes debían parar el primer camión y los otros dispararían sobre los distintos vehículos.

El encomendado de iniciar tenía una ametralladora Thompson y abrió fuego con ella pero no impactó a nadie. Se generalizó el tiroteo y los soldados del primer camión -más asustados y sorprendidos que heridos por la acción- saltaron al camino y se perdieron tras el farallón después de matar a un gran combatiente, José de la Cruz, poeta de la columna.

A pesar de la huida generalizada hubo muestras de valentía del bando contrario, pues un soldado se refugió debajo de un camión y no dejaba asomar la cabeza a nadie, el soldado se retiró con su fusil ametralladora arrastrándose y se salvó de caer prisionero o muerto. En medio del combate se dio una falsa orden de retirada y hubo que darle instrucciones a todos para el regreso, además de pedir la cooperación de las fuerzas de Lalo Sardiñas y Efigenio Ameijeiras para concentrar el golpe.

Los camiones del ejército eran cinco y transportaban una compañía.  Algunos soldados no permitían avanzar a los rebeldes hasta que llegaron los refuerzos de Lalo y Ameijeiras, y fue liquidada la resistencia.

Una parte huía camino abajo a la desbandada y otra en dos camiones. En los otros medios de transporte se habían infliguido pocas bajas al enemigo pero quedó en poder de los guerrilleros buena cantidad de armas repartida entre la tropa.

Los tres camiones capturados fueron quemados para hacer mayor daño al enemigo y se decidió mandar un parte a Fidel con los resultados, además de avisarle a Ciro de la retirada de su posición, pues ya se había acabado la pugna armada.

Al retirarse vieron aparecer por el camino de la Siberia cuatro camiones de soldados a los cuales pudieron realizarle una encerrona parecida, pero era tarde y una buena cantidad de la tropa se había replegado a lugares más seguros. Hicieron la señal de retirada con dos disparos al aire y marcharon tranquilamente.

En este combate, conocido por toda Cuba, por parte del ejército hubo tres muertos, un herido y un prisionero.

El teniente Efigenio Ameijeiras, el capitán Lalo Sardiñas, el capitán Víctor Mora, el teniente Antonio López y su escuadra, el entonces soldado Dermio Escalona y el también soldado Arquímedes Fonseca se destacaron en el enfrentamiento.

Por parte de los rebeldes un herido leve, un muerto y algunos tocados por rozones de balas.

No obstante a la victoria, quedó evidenciada la necesidad imperiosa de mejorar la preparación combativa y la disciplina, tarea a la que se encomendaron en los días siguientes.

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