Por una vejez digna y feliz

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Por Denia Fleitas Rosales (Radio Granma) | 21 enero, 2016 |
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Hogar de ancianos de ManzanilloEsos abuelos y abuelas, que hablan “como los pueblos antiguos, en frases cortas, con grandes palabras”, pintan los caminos de la Isla cubana con el encanto de sus cabellos blancos. Llegar a su reino, a esos espacios creados para cuidarles cuando ya sobrepasan la sexta década de vida, y verles sonreír o llorar de emoción, es un verdadero impulso para seguir.

Con las experiencias de sus años marcadas en las arrugas de los rostros les encontramos en el Hogar de Ancianos Padre Acevedo de la ciudad de Manzanillo. Y nos llenaron de alegría la mañana, con las suyas, con el canto al estilo azteca de una de las abuelas, con la ternura de una adulta Flor.

Allí, en la casa donde permanecen y forman una gran familia, se hace gala del respeto y cuidados que se brindan en la Mayor de las Antillas a quienes peinan canas, a los hombres y mujeres que construyeron con sus manos y esfuerzo parte de la obra social cubana.

En los dedos creadores de Floriselda Herrera Figueredo, en cada puntada de su aguja tejedora, está implícita la quietud de sus años que ya suman 12 en esta institución, ubicada en la cuarta avenida del Reparto Caymari, de la que asegura: “si la atención fuera distinta no estuviera aquí”.

Son sus palabras la mejor muestra de las atenciones que recibe, del empeño de un colectivo para propiciarle a ella y sus 141 compañeros de estadía, de los 155 cupos que dispone, el afecto y los mimos que precisan quienes en edad senil retornan a la fragilidad de la infancia.

“Uno debe adaptarse a vivir aquí, yo vine a pesar de que tenía mi casa, mi familia, incluso tengo una tataranieta. Me siento bien y aunque tengo una nieta que quiere sacarme, -insiste- me siento tan bien aquí, y los quiero a todos como si fuéramos una familia, que debo pensarlo mucho”, dice con lágrimas en los ojos por los recuerdos de antaño que llegan a su memoria.

Ella, profesora de la asignatura de Biología en la enseñanza secundaria con claros recuerdos y fortaleza total, remite, al saber de sus 92 años, a ese pensamiento del Apóstol: “no sé que tienen los ancianos fuertes que con mirarlos se alegra el alma y cobra fe y pujanza”; evidencia la magnitud de los programas y proyectos que en beneficio de la ancianidad desarrolla el Estado cubano.

Perteneciente a la red de instituciones asistenciales de la salud en esta localidad, el Padre Acevedo tiene residentes con un promedio de edad de 83 años, aunque dos de sus abuelos sobrepasan el siglo de existencia, con 107 y 109 años de edad.

Para proveerles de una casa acorde a sus necesidades, desde el primer trimestre del año 2015 este centro inaugurado en diciembre de 1927, es objeto de un proceso inversionista que incluye acciones constructivas y adquisición de mobiliario clínico y no clínico que elevan la calidad de las prestaciones y el confort de sus habitantes.

“Paso a paso se impermeabiliza todo el inmueble, la cubierta, se cambian las  redes hidrosanitaria y eléctrica, que transforma la imagen de la unidad y, fundamentalmente, ofrece comodidades a nuestros abuelitos y abuelitas. Respecto a los medios, pues hemos accedido a camas hospitalarias, sillones, balances, taquillas, ventiladores, mesitas de noche, ubicados en las cinco salas, para cada uno de ellos”, comenta la licenciada en enfermería Rosa Díaz Enoa, directora del centro.

“Hasta este momento se han ejecutado 100 mil 179 pesos en moneda nacional, y se espera una nueva cuantía para concluir estas faenas durante el actual año, de modo que quede totalmente renovado, y eliminadas todas las barreras arquitectónicas para que los pacientes se encuentren en un medio más seguro y puedan acceder sin riesgo a todas las áreas”.

Tales ejecuciones, también en virtud de elevar la esperanza de vida y de llenar con nuevos aires y felicidad los momentos de la vejez, se complementan con el desempeño de 191 prestadores que garantizan una vigilancia individualizada a los moradores.

Médicos, enfermeras, asistentes de enfermería, y de servicios de salud encargados de la higiene, personal de lavandería, tintorería, barbería, cocina, farmacia, hacen posible la vitalidad de estos veteranos habitantes de Manzanillo, desde prácticas e iniciativas que acercan lo indispensable para sobreponerse al tiempo visible en sus cuerpos; porque “el compromiso es brindarle una óptima atención al adulto mayor”, como asegura la licenciada en enfermería Sayda Periche Cuadrado, responsable del departamento docente y de la sala de cuidados subagudos, con 18 años de desempeño en el Hogar.

A sus servicios, se agregan los beneficios que reciben al estar insertados en la proyección comunitaria de la Policlínica I Francisca Rivero y el Hospital Clínico Quirúrgico Celia Sánchez, cuyos especialistas efectúan interconsultas durante todo el mes en el Padre Acevedo, en aras del bienestar físico y mental de estos pacientes longevos.

Eddy Montejo, uno de los 15 ancianos manzanilleros que recibe sus cuidados en el horario del día, de una capacidad para 30 seminternos que cuenta la institución, así lo confirma. “A casi dos años viniendo, puedo decir que la atención médica y en general es maravillosa, con una alimentación adecuada. Realizamos distintas actividades como los ejercicios físicos, esenciales para nuestra salud, la rehabilitación, ergoterapia, las charlas educativas, lecturas y películas comentadas; incluso damos paseos, caminatas, viajes a la playa y visitamos sitios históricos”.

Manzanillo, el municipio más envejecido de la provincia de Granma, asegura en esta unidad asistencial una conquista en pos de estos hombres y mujeres orgullo de la nación por ser “ejemplo de novicios, báculos de principiantes”. Aunque el reto imperecedero de su colectivo es, como expresa Rosa Díaz Enoa: “llegar a la excelencia y mantenerles alegres, saludables”.

Con esa premisa y el hacer constante, podrán eternizarse las imágenes y opiniones allí captadas, la placidez y el júbilo de quienes mecen sus sueños en los balances, liberan sus energías en el ejercicio mañanero, dan riendas a la cubanía entre las fichas del dominó y las cuerdas de la guitarra, tejen esperanzas de preservar sus fuerzas desde la satisfacción de una vejez digna y feliz.

 

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