Preservar el mundo en que vivimos

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Por Yelandi Milanés Guardia | 5 junio, 2021 |
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FOTO/ Autor desconocido

Cada 5 de junio el mundo celebra el día del medio ambiente, pero no siempre el festejo está a la altura de la conciencia ambientalista que demandan estos tiempos. Ya no es un hecho lejano el cambio climático anunciado por los científicos, pues en varios aspectos estamos viviendo los efectos nefastos de nuestro proceder errado.

La temperatura se eleva, los glaciales se derriten, las estaciones del año han alterado sus ciclos y características, y los fenómenos meteorológicos han aumentado su incidencia negativa. A lo antes referido  se unen la deforestación, la contaminación de los mares y ríos, el incremento de los gases de efecto invernadero y, entre otras calamidades, la desaparición de varias especies de animales.

El consumismo también ha desempeñado un papel preponderante en la aludida destrucción, pues la incitación mercantilista a emplear cada vez más bienes materiales, influye directamente en el agotamiento de las reservas naturales.

Frente a esta casi apocalíptica realidad no podemos quedarnos de brazos cruzados, pues no solo está en juego el equilibrio ecológico, sino la perdurabilidad de la especie humana.

Una de las causas del maltrato de nuestro entorno es que a diferencia de varias culturas aparentemente primitivas, de las cuales podríamos aprender muchos hábitos y conocimientos trascendentales, el hombre moderno se cree desligado de la naturaleza, un pensamiento equivocado de persistir en nuestra mente, puede seguirnos arrastrando hacia un triste final, cuyo preludio ya estamos viendo.

No obstante, el daño causado puede revertirse si comenzamos a concientizarnos de nuestro rol primordial en la restauración de nuestro medio ambiente, y -por consiguiente- comenzamos a actuar conforme a esa idea.

Todo comienza por aprender a vivir en armonía con la madre natura, la cual se manifiesta positivamente si la cuidamos, y negativamente si somos irresponsables. También debemos comprender que es nuestra compañera y no nuestra sierva, pues de ella procedemos, en su seno nos desarrollamos, y es imposible concebir el sostenimiento de la vida sin sus recursos y existencia.

Entonces solo nos resta pasar de las palabras a los hechos, y comenzar a restablecer el orden que hemos roto por nuestro proceder inadecuado. No importa que nuestras acciones ambientalistas sean pequeñas y solo se reduzcan a nuestros entornos más cercanos, pues como bien decía la madre Teresa de Calcuta: “A veces pensamos que lo que hacemos es como una gota en el mar, pero el mar sería menos, sin esa gota”.

Dediquemos cada día nuestros esfuerzos hacia la preservación de la naturaleza, de modo que no solo la cuidemos sino que le devolvamos la imagen limpia y pura que mostraba antes de ser contaminada por la actividad negligente del hombre.

Desarrollar una actuación y conciencia ambientalista no es algo sencillo, es un largo proceso en el que debemos cambiar concepciones y hábitos inadecuados mantenidos por mucho tiempo, pero bien vale la pena realizar esa inaplazable transformación, no importa cuán difícil sea iniciar, lo fundamental es romper la inercia, pues como reza un viejo proverbio chino: “El camino más largo comienza por el primer paso”.

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