Un presidente que se jugó el pellejo

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Por Osviel Castro Medel | 29 octubre, 2021 |
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FOTO/ Rafael Martínez

Cada vez que podamos realzar al general y al ser humano, al patricio y amigo, al que fue Presidente en plena guerra y secundó a Céspedes en La Demajagua, hagámoslo con brillo en los ojos y orgullo máximo.

Pongamos en primer plano sus dolores: desde enterarse de que su primera esposa, creyéndolo muerto en la contienda, se casó con otro hombre; hasta sufrir el veto de los poderes estadounidenses cuando se armó la “República” y no pudo convertirse en mandatario.

Bartolomé Masó Márquez (21 de diciembre, 1830- 14 de junio, 1907) ha merecido siempre el encomio y la recordación, no solo en fechas como esta (30 de octubre), cuando se cumplen 124 años de su asunción como Presidente de la República en Armas, decidida en la Asamblea de La Yaya.

Llegó a ese cargo por trayectoria, después jugarse el pellejo incontables veces, haber tratado de aplacar la sedición de Lagunas de Varona, rechazar el Pacto del Zanjón, intentar levantarse en la Guerra Chiquita; soportar prisión-exilio en España, alzarse en Bayate para favorecer la contienda organizada por Martí…

Este manzanillero ilustre, que necesitamos conocer más, encarnó la consistencia, el apego  a una causa, la virtud.  Cómo olvidar que  al empezar la contienda de 1895 estaba por cumplir los 65, una edad en la que cualquier otro se lo hubiera pensado dos veces; y cómo obviar que habiendo tenido desavenencias con Maceo, siguió buscando la unión de los libertadores.

No en vano José Martí, antes de estrechar su mano cerca de los campos de Dos Ríos, escribió que lo esperaba con «con viva amistad y con la mayor estimación». No por gusto varios de sus coetáneos lo calificaron como uno de los más tenaces guerreros de aquellos tiempos.

De su mandato, que duró hasta el 9 de noviembre de 1898, deberíamos enaltecer algunas de sus preclaras epístolas, como la que escribió, en septiembre de ese año, al presidente de Estados Unidos, William McKinley: “La revolución cubana ha tenido desde su inicio y tiene hoy más que nunca por lema obtener la independencia de Cuba (…) y nuestros propósitos no han sido nunca de entregar a Cuba a una agrupación victoriosa que considere la Isla como su presa”.

Todos los cubanos tendríamos que saber algo de su proclama del 24 de abril de 1898, conocida como Manifiesto de Sebastopol, lanzada por nuestros mambises desde tierras camagüeyanas, en la que se recalcaba la consigna de “Independencia o muerte”, por encima de cualquier corriente autonomista.

Enemigo total de la Enmienda Platt, favorito de muchos en las primeras elecciones de Cuba (que fueron “manicheadas” por Estados Unidos), Bartolomé Masó nos está repitiendo hoy las estrofas de su himno Resurrección (octubre de 1896), dedicado al 24 de febrero: “Ha llegado el momento supremo/Que nos llama de nuevo a la lid/Y llegado ese caso ya extremo/Es forzoso vencer o morir”.

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