Protesta de Baraguá: Dignidad e intransigencia

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Por Gislania Tamayo Cedeño | 15 marzo, 2017 |
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Un acto de dignidad e intransigencia, que se propagó como el principal símbolo de rebeldía de la Guerra de los Diez años, al no aceptar la paz sin independencia, ni la postura capituladora suscrita en el Pacto del Zanjón, fue la Protesta de Baraguá hace 139 años.

Era el 15 de marzo de 1878. En Mangos de Baraguá, Oriente, dos temperamentos se enfrentan. Representan ideas antagónicas. De un lado el general español Arsenio Martínez Campos acompañado por su tropa, en representación del decadente imperio español. Del otro, el general Antonio Maceo Grajales y su Estado Mayor, viva  expresión de los intereses de Cuba.

En esta protesta se puso de manifiesto la posición de principios legada por el Lugarteniente General Antonio Maceo, importante figura política del Ejército Libertador y reflejo de la inquebrantable combatividad de los cubanos.

En la parte oriental de la Isla los cubanos llevan en sí la intransigencia, hidalguía, arrojo y la firme convicción de no aceptar el cese de las acciones bélicas sin alcanzar la plena independencia y soberanía de la Isla.

En su obra Antonio Maceo, Apuntes para una  historia de su vida, José Luciano Franco, narra  el hecho: “Parece mentira, dice Martínez Campos, que  habiéndonos codeado tanto en esta campaña, sobre  todo en 1871 y 1872, no nos conociéramos, y debo significar que me enorgullezco de haber conocido personalmente a uno de los combatientes más afamados”.

Luego de una pausa cautelosa agrega: “Basta de  sacrificios y de sangre; bastante han hecho ustedes asombrando al mundo con su tenacidad y decisión, aferrados a su idea; ha llegado el momento de que nuestras diferencias tengan su término, y que al  unísonos, cubanos y españoles, propendamos a levantar este país de la postración en que 10 años de cruda guerra lo ha sumido. Ha llegado el momento de que Cuba, viniendo a la vida activa de los pueblos cultos,  entre en el goce de todos sus derechos y, unida  a España, marche por la senda del progreso y la  civilización.

El hecho transcurre de manera muy breve. Cuando el general español Arsenio Martínez Campos trata de leerle el texto del Pacto firmado en el Zanjón, Maceo, que hasta entonces se había mantenido  impasible, hace un leve gesto indicativo de que  no es su deseo ni el de sus acompañantes  escuchar lo que decían esos documentos.

Con voz enérgica le advierte que ellos no estaban dispuestos a aceptar el Pacto del Zanjón. Que tienen esperanza de que el pueblo cubano encuentre al fin el sendero de la paz y la felicidad, pero que eso sería imposible sin la libertad.

Dirigiéndose a Maceo, el general Martínez Campos, visiblemente contrariado, pregunta:

-¿Es decir, que no nos entendemos?

-¡No, no nos entendemos!

-Entonces, ¿volverán a romperse las hostilidades?

-¡Volverán a romperse las hostilidades!,   enfatizó Maceo.

Irritado el general Martínez Campos montó en su  caballo y abandonó a la carrera el campamento revolucionario.

Aquel memorable día en Mangos de Baraguá, Maceo  puso en alto la dignidad de los cubanos. Era  imposible dejar mancillada la memoria y la sangre de cuantos habían combatido.

El Titán de Bronce impregnó en los hijos de esta tierra la  convicción, que hoy perdura en las nuevas  generaciones, de morir antes de ser esclavos.

Nuestro comandante en Jefe Fidel Castro dijo en una oportunidad… Maceo salió incólume de la larga pelea, sin rendirse, ni capitular. “Salvó la gloria, la idea y la bandera de la nación”.

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