Febrero es un mes frío pero cálido. Las fechas importantes matizan la jornada y la convierten en momentos de júbilo. Así pasa con el 14 de febrero, Día del Amor y la Amistad.
Desde que el Papa Gelasio, en el 469, decidió que en esa fecha honraríamos al sacerdote romano San Valentín, las celebraciones en todo el mundo se han convertido en momentos sagrados para quien tiene una madre, una patria, una pareja o un amigo.
Los cubanos tenemos nuestras costumbres de celebrar la fecha. No cerramos candados en un puente como los franceses ni hacemos gulas de chocolates como en Japón. Pero…se han preguntado ¿cómo lo celebrarían los personajes de la literatura si les dieran la oportunidad?
¿Qué le hubiese hecho Robinson Crusoe el día del amor y la amistad en aquella isla a su fiel amigo Viernes, o Daniel Chavarría, a sus 19 años en Madrid a Gaby? Romeo, ¿cómo sorprendería a Julieta en la Verona de ese tiempo? Quizás Julius Fucik también quisiera la oportunidad de ver, por un instante, a su amada Gustina en la cárcel de Pankrác donde tanto sufrió. Ellos tal vez no malgastarían tiempo ni dinero en obsequios onerosos y banales de los cuales estamos acostumbrados a ver en esta época. Y es que, lamentablemente, el día de los enamorados en Cuba se ha convertido en un tormento de ¿qué voy a regalar o, a dónde la invitaré?
Nos hemos olvidado de lo que verdaderamente es importante, en cuestiones de demostrar amor. Muchos ponen por encima del valor espiritual de la relación, a las posibilidades materiales que brinda el dinero.
Si bien el peculio de las personas enamoradas permite lujos, crea cuando es malgastado, un interés muy ajeno al más poderoso de los sentimientos.
No creo que una fastuosa cena o el regalo más caro superen a la clásica flor, que acompañada del beso se ofrece de corazón. Si quien nos importa es la pareja que nos acompaña, ¿por qué pensar en lo material que no puede brindar? Luchemos contra esta tendencia para que el día del amor no sea, un superficial intercambio de regalos.