¿Quién era el piloto del avión donde viajaba Camilo Cienfuegos?

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Por Cubadebate | 28 octubre, 2017 |
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Luciano Fariñas, piloto de Camilo/ Tomada de Cubadebate

Nacido en Sagua la Grande, Luciano Fariñas Rodríguez fue integrante de una célula del Movimiento 26 de Julio en Santiago de Cuba y acumuló más de 2 000 horas de vuelo.

Como al Señor de la Vanguardia, al piloto Luciano Fariñas Rodríguez el mar le sirvió de tumba, profunda e inmensa tumba, aquel 28 de octubre de 1959. Habían partido a las 6:01 de la tarde en el Cessna 310C No. 53 blanco y rojo desde el aeropuerto de Camagüey, junto a Félix Rodríguez, escolta de Camilo Cienfuegos.

A Fariñas desde muchacho le obsesionó volar en esos aparatos. El sueño empezó cuando a los siete años un tío abuelo materno le regaló un avión de juguete en Sagua la Grande, donde vino al mundo el 7 de septiembre de 1921.

En los archivos del Museo Municipal General José Luis Robau, de su ciudad natal, descansa el testimonio de Isabel —hermana de Luciano—, quien recordó cuando él le regaló sus zapatos a un amiguito negro en el kindergarten al verlo descalzo.

Fariñas no creció como niño bitongo bajo la saya de su madre Leonor, maestra de profesión. Casi desde la cuna supo que las manos no eran adornos del cuerpo; la advertencia vino de su padre Gerardo, administrador de salina. Al parecer, por ello, cuando los bigotes ni siquiera intentaban asomar, ya se veía al muchacho con las manos embarradas de grasa en un taller de automóviles.

Solo sus más allegados saben cuándo nació la pasión por Estrella Sánchez, con quien tendría dos hijos: Luciano y Estrella. También en el museo sagüero guardan como reliquia la carta que el joven le remitiera a la muchacha desde Santa Clara en noviembre de 1939, donde le confesaba la disyuntiva en la que se encontraba: hasta ese momento no había decidido si estudiaría agrimensura o piloto. “Me gusta más la aviación, pero si estudio aviación no sé si tú podrías vivir tranquila, después con la vida que tuviera que llevar yo”, le escribió.

Al final ganaría por partida doble: cursó la agrimensura en Santa Clara y venció los estudios por correspondencia de piloto, mecánica y navegación agrícola, auspiciados por una escuela particular de aviación de Estados Unidos.

Como recompensa a sus calificaciones, le enviaron desde ese país el motor por pieza de una avioneta, además de otros componentes, que le posibilitaron armar una aeronave privada de una sola plaza.

A los 18 años, Luciano ya volaba bajo la mirada de los hermanos Yánez, dueños de un aeroclub y animadores del desarrollo de la aviación civil en Sagua la Grande en la década de los 40 de la centuria pasada.

El historiador y periodista José Miguel Pérez, estudioso de la vida de Fariñas, sostiene que su coterráneo llegó a convertirse en representante del Ministerio de Obras Públicas en la compañía Arellano y Mendoza en Varadero, donde intervino en acciones de dragado en la zona con el empleo de una aeronave, a la cual adaptó una cámara fotográfica para acometer trabajos posteriores de este tipo.

Gracias a su experiencia, a mediados del siglo anterior se sumó al dragado de parte del río Sagua, una de las grandes preocupaciones de los habitantes de la urbe villareña por esa época.

Pero otras motivaciones también rondaban el actuar de este sagüero, quien integró el Movimiento de Resistencia Cívica durante la lucha contra la tiranía de Fulgencio Batista, comentó a Escambray Yolanda Collazo Goicochea, directora del Museo Municipal General de la Villa del Undoso.

Debido a su quehacer clandestino, no era santo de la devoción del Servicio de Inteligencia Militar —de los principales órganos represivos de la dictadura—, que lo circuló. En agosto de 1958, las fuerzas del régimen lo apresaron en Santa Clara y lo condujeron, junto a otros dos revolucionarios, al Palacio de Justicia, de donde escapó, no así sus compañeros, ultimados a la postre.

Y hasta Santiago de Cuba no paró. Allí no solo trabajó como dibujante e instrumentista en las funciones de dragado del puerto, sin abandonar los aviones; sino que integró una célula del Movimiento 26 de Julio y como parte de esta, trasegó armas y participó en sabotajes contra el tirano, según recordó varios años atrás su hermana Isabel.

En su tesis doctoral Reconversión del Ejército Rebelde en ejército regular (1956-1970), Francisco Silva Ardanuy expone que en marzo de 1958 Luciano piloteó un Cessna 170 para trasladar a Orestes del Río Herrera (días después primer jefe de la Fuerza Aérea del Segundo Frente Oriental Frank País García) desde el aeropuerto santiaguero al de Moa —con escala en Baracoa—; por ese sitio debía llegar un armamento (finalmente no arribó por allí) procedente de Costa Rica con destino a la mencionada fuerza guerrillera comandada por Raúl Castro.

La victoria del Primero de Enero de 1959 sorprendió al combatiente en Varadero, donde participó en la rendición de la guarnición del aeropuerto. Luego asumió como piloto del Gobierno provincial de Las Villas, en específico de su comisionado Adolfo Rodríguez de la Vega, y poco después se incorporó a la Fuerza Aérea Revolucionaria como instructor de aviones de enlace.

Por un tiempo fungió, igualmente, como piloto del Comandante René Vallejo Ortiz en Manzanillo, y con posterioridad pasó al aeropuerto militar de Ciudad Libertad.

El 28 de octubre de 1959, Luciano recibió la misión de pilotear el avión que trasladaría a Camilo Cienfuegos, jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde, hasta Camagüey, lugar al que había viajado jornadas atrás para abortar la conspiración de Hubert Matos, al frente del Regimiento No. 2 Ignacio Agramonte. El día 28, luego de hacer escala en la tierra de los tinajones, Fariñas siguió ruta y dejó en Santiago de Cuba al entonces capitán Senén Casas Regueiro. A las 4:40 p.m., estaba de vuelta para recoger al Héroe de Yaguajay.

Poco antes, Camilo le entregó las llaves de dos carros al tunero Eusebio González Rodríguez, miembro de un equipo especial del Comandante, a quien le ordenó llevar para La Habana a un criminal contrarrevolucionario. “Te espero mañana temprano en el Estado Mayor”, le indicó el Señor de la Vanguardia.

Ya en camino, uno de los vehículos se averió, relataría a Juventud Rebelde González Rodríguez. Llamó por microonda a la torre de control de Camagüey pues no arribaría a la capital a la hora fijada. Pasados unos 40 minutos, el Cessna contactó con Eusebio. Félix Rodríguez le preguntó si habían resuelto el problema, y luego el tunero escuchó decir al piloto Fariñas: “Nos tenemos que desviar”.

González Rodríguez insistió en que le pusieran a Camilo, quien le habló con toda la serenidad del mundo. “No, no hay problemas, Eusebio; no te preocupes. Dice el piloto que nos desviamos porque hay una tormenta”. Y aquella tormenta les cavaría una tumba profunda e inaccesible en el mar.

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