¿Quién fue Bladimir Zamora?

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Por Osviel Castro Medel | 13 noviembre, 2016 |
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Bladimir“Ay de los que salen del vientre con zapatos, de los tremendos serios que postergan la risa para las vacaciones…” Así escribía un enemigo de la vanidad y los “encartonamientos”,  alguien que plantó amigos por doquier, defendió verdades, batalló contra la soledad y, sin escuchar dictámenes, se encomendó al dios Baco.

Así era Bladimir Zamora Céspedes, el periodista, poeta, crítico… el mismo que ensanchó su nombre desde las páginas de la revista Caimán Barbudo.

“No sabía que ese señor era tan grande”, le escuché decir a alguien en la bayamesa Plaza de la Revolución mientras distintos trovadores –durante la última Fiesta de la Cubanía (octubre)- le cantaban al Blado, como también se le conocía a este apasionado, fallecido el 5 de mayo de 2016, a los 64 años.

Y es que Bladimir no era tan conocido por el público de Bayamo, la ciudad donde estudió la secundaria básica y dos años del preuniversitario, la ciudad donde fundó un club de cine y un taller literario, escribió para distintos medios de comunicación y molestó a algunos por su afilado verbo.

Nació “al lado del pueblito rural llamado Cauto del Paso”, como escribió él alguna vez. En esa zona venció los cinco primeros grados hasta que, iniciando el sexto, llegó el ciclón Flora (1963) y cambió su vida.

“Mi familia y yo tuvimos que guarecernos en casa de unos vecinos. Allí 68 personas nos salvamos trepados en una barbacoa”, contó él para luego agregar que, por los desastres causados por el huracán, terminó la primaria en Las Tunas y comenzó la secundaria en Bayamo.

Aquí empezó a nacer el poeta, una vocación que se acentuaría en la capital cubana, donde pasó el último año de preuniversitario y cursaría, en la Universidad de La Habana,  la licenciatura en Estudios Cubanos.

En ese centro –confesaría en 2014- aprendió “mucho, con profesores como Mirta Aguirre y su hermano Sergio, José Antonio Portuondo, Beatriz Maggi, Roberto Fernández Retamar y los jóvenes Cristina Baeza y Guillermo Rodríguez Rivera”.

De esa época datan sus primeras colaboraciones con Caimán Barbudo, la revista que lo acogió en 1979, después de su determinación de radicarse en La Habana. Sí, porque su idea, al culminar la Universidad y retornar a la Ciudad Monumento en 1976, era  “permanecer mucho tiempo en Bayamo”, pero su labor cultural “despertó la incomodidad de algunos funcionarios” y decidió marcharse.

“Poco después –narró el articulista Joaquín Borges-Triana- adquiere un pequeño y antiguo cuarto en la segunda planta de un edificio solariego de La Habana Vieja. Ahí ni en un menor momento hubo un mínimo de condiciones para residir: además del espacio limitado, no había agua y por tanto era necesario cargarla; la edificación tampoco disponía de un baño donde hacer las necesidades fisiológicas y para ello el Blado tenía que emplear un cubo…”.

Desde el Caimán… y otras publicaciones, Zamora Céspedes se especializó, como periodista y crítico, en temas culturales, pero también fue un investigador de la historia, sobre todo de la vida y obra de José Martí. Participó en varios proyectos para enaltecer la música cubana y viajó a Nicaragua, España, Francia, Italia, Portugal, Venezuela y México.

Por cierto, ese apartamento, apodado por Bladimir “La Gaveta”, donde vivía solo,  fue visitado por distintas personalidades, incluyendo al cineasta español Pedro Almodóvar. En tal “cuartucho desvencijado” el Blado poseía un mar inagotable de discos y libros, con algunos ejemplares del siglo XIX. Afortunadamente, esa colección fue donada por su familia a la Asociación Hermanos Saíz (AHS) de Granma, cuya sede, en la Casa del Joven Creador, de la capital provincial, la atesorará desde ahora.

Aquejado de cirrosis hepática, este industrialista -como lo retratara su ex compañera de trabajo Paquita de Armas- y que llegó a ser vicepresidente nacional de la AHS, retornó Bayamo en 2014, bajo los cuidados de Sonia, su madre. En esa ciudad, la misma que lo homenajeó hace poco, escribió, sin quejas, el último verso de su existencia fecunda.

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