Rafael González Trejo: Mi ideal es poder defender algún día a los pobres y los perseguidos

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Por Gislania Tamayo Cedeño | 30 septiembre, 2015 |
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Rafael Trejo González nació el 9 de septiembre de 1910 de San Antonio de los Baños, La Habana tierra preñada de un gran arraigo cultural.

Su madre una maestra rural siempre le inculcó el amor hacia la cultura en todos los ámbitos de la vida, y su padre un arraigado tabaquero respetado por su trabajo.

Cuando la familia se trasladó para la capital, inició sus estudios de bachillerato en una escuela privada, en el Colegio de Belén, donde años más tarde lo haría el joven Fidel castro Ruz y los terminó en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, un centro de reconocido prestigio, al que había asistido el Héroe nacional de Cuba José Martí.

Fue atleta, nadador, remero y ajedrecista, y hablaba un perfecto inglés, tocaba violín y piano y cantaba con voz de barítono.

Su respeto por la justicia y el deber le inclinaron a iniciar estudios de Derecho en la Universidad de La Habana. Por coincidencias de la vida, llegó allí en 1927, un 30 de septiembre. Matriculó Derecho, como se ha dicho, “para defender algún día a los pobres y los perseguidos”.

Al ingresar en la Universidad conoció a Raúl Roa. Desde ese mismo instante una amistad profunda y verdadera creció entre ellos, ideales iguales los unían.

Felo, como cariñosamente era conocido Trejo le confesó: “No creas que mi aspiración es hacerme rico a expensas del prójimo. Mi ideal es poder defender algún día a los pobres y los perseguidos. Mi toga estará siempre al servicio de la justicia. También aspiro a ser útil a Cuba. Estoy dispuesto a sacrificarlo todo por verla como quiso Martí”.

Desde sus primeros tiempos en el centro de altos estudios, participó junto a otros alumnos en la lucha anti-machadista, hasta la creación del Directorio Estudiantil Universitario en 1930.

Roa, uno de sus fundadores, rememoraba cómo el 30 de septiembre de 1930 fue asesinado Rafael Trejo:
(…) Se respiraba una atmósfera de tragedia. No obstante las dramáticas perspectivas, los conjurados fueron concentrándose a la hora convenida (…) Pronto circuló la consigna: al parque Alfaro. De ahí partiríamos hacia el Palacio Presidencial, a demandarle a Machado la renuncia en su propia cara (…) La policía acuchilló la manifestación y cargó violentamente contra ella. (…)Rafael Trejo, en un corajudo arranque, se enredó en un cuerpo a cuerpo con un policía. Trató de arrebatarle el revolver. Sonó una descarga. Trejo se derrumba, chorreando sangre sobre el pavimento regado de casquillos y manifiestos (…)

Al ser herido de muerte en el hígado, cumplía el tercer año como estudiante universitario y era el Vicepresidente de la Facultad de Derecho. Antonio Díaz Baldoquín, un compañero universitario, intentó en vano quitarle el revólver al policía.

Conducido al antiguo Hospital de Emergencias, fue operado; Ángel López Sosa, le donó su sangre. Pocas horas después fallecía Rafael Trejo González, tal como había deseado vivir: “al servicio de la justicia, siendo útil a Cuba”.

Raúl Roa comentaría luego que la muerte de Trejo era «una efemérides de genuino rango histórico»; y Pablo de la Torriente Brau recordaría esa fecha como un día «doloroso, inefable y triste».

Hoy a más de ocho décadas de aquella acción la juventud cubana sigue en el empeño indomable de continuar hasta el final.

 

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