En una fría mañana del mes de febrero de 1895, nuevamente se escuchó en los campos de Granma el trepidar de las armas mambísas. Tras un reposo turbulento volvieron a tronar los fusiles y a tintinar los machetes redentores. Era el día 24 y casi moría el mes, mas renacía el germen independentista y libertario en una guerra, más que nunca necesaria.
En Oriente y Las Villas la quietud de sus pueblos y sabanas fue rota por la agitación y el estruendo del combate. La paciente y minuciosa labor oraganizativa de José Martí, al frente del Partido Revolucionario Cubano (PRC), permitió el reinicio de la audaz lucha del pueblo cubano por conquistar sus derechos de libertad y soberanía.
La nueva página de nuestra historia guerrera se iniciaba como resultado de la unión de voluntades entre los patriotas del exilio y los conspiradores internos.
A la nueva epopeya se ligan, como el hierro a la Sierra Maestra, los nombres de Bartolomé Masó, Jesús Rabí, Esteban Tamayo, Saturnino Lora, Florencio Salcedo, José Reyes y Dominador de la Guardia. Ellos y muchos más salieron, este glorioso día, como feroces titanes a los campos de batalla.
Masó, Tamayo y Lora, conocieron de la orden de sublevación gracias a emisarios como Tranquilino Latapier y el escritor Manuel de la Cruz, quienes visitaron previamente los poblados de Manzanillo, Bayamo y Jiguaní.
El principio del alzamiento simultáneo se cumplió en casi la totalidad de los 14 sitios sublevados, sobresaliendo Bayate, Calicito, Cayo Espino, Barrancas, Loma del Gato, Valenzuela, La Estrella, Santa Cruz y Dos Ríos.
En horas de la mañana de este día el capitán Enrique Céspedes asaltó el campamento español de Cayo Espino y en poco tiempo lo rindió. Quizás fueron los primeros disparos de la cruzada del 95.
En horas del mediodía el teniente coronel Esteban Tamayo destruyó una compañía enemiga en Jucaibama, cerca de Bayamo. En la acción ocupó valiosas armas y puso en libertad a los prisioneros.
Por su parte, el comandante José Reyes atacó- en horas de la noche- el cuartel de Jamaica, en la villa de Jiguaní. No pudo rendir a los contrarios, pero demostró la alta moral combativa de los libertadores.
En los días subsiguientes continuaron ocupándose otras comarcas granmenses.
Los insurrectos también tuvieron que librar una recia batalla contra la corriente autonomista, la que tan pronto sonaron los primeros tiros puso su maquinaria ideológica a favor del colonialismo. En la finca La Odisea, Manzanillo, el general Masó rechazó las propuestas de paz ofrecidas por Herminio Leyva y el ex presidente de la gesta del 68, coronel Juan Bautista Spotorno.
En la zona de Mogote, Buey Arriba, el coronel Joaquín Estrada, cuestionado por su carencia de armas, respondió que su tropa sabría quitárselas a los españoles.
El glorioso reinicio tuvo gran significación por la entrega y arrojo de estos hombres, fuertes como el roble y esclarecidos como la luz. Su espíritu de lucha y ejemplar accionar permitió reavivar la llama de la libertad. Con su ejemplo levantaron a toda Cuba.