Un retazo de China en Granma

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Por Diana Iglesias Aguilar | 5 abril, 2018 |
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Colonia china en Bayamo/ FOTO cortesía de descendientes

No hay barrio chino en Granma, ni calles donde el color rojo, las pintorescas lámparas de papel o los ideogramas leídos en sentido vertical expresen ideas milenarias, pero la huella de la cultura China, diversa y plural, persiste más allá de instituciones y símbolos locales.

Las mezclas de ojos levemente rasgados de dulce mirar, con las pieles azucaradas, los cabellos sedosos  y las actitudes parsimoniosas, se transmiten en las generaciones. Al interior de los hogares se guardan las esculturas en porcelana de budas, elefantes y chinos cargando agua con largas varas. Pero estas imágenes no me dicen todo. Voy hacia las cocinas.

Si bien hay abundantes descendientes y lo constatamos por los apellidos Chang, Hung, Jocik, Sanz, Chi y muchos otros, hay personas enamoradas del legado asiático y lo defienden cultivando tradiciones, son herederos sentimentales de China.

Heredero

Un caso interesante es el del realizador audiovisual Daniel Casanova Sánchez, director de programas de televisión y para mi opinión albacea de la cultura asiática en el oriente de la isla. Atesora fotografías, literatura, objetos de uso cotidiano, artesanía, pero lo más importante resulta que sabe de  muchos descendientes, practica artes marciales y tiene una peña para promover el conocimiento del legado chino en Cuba: del Dragón, simbólico animal que significa la fuerza.

Casanova nos cuenta que Bayamo llegó a tener en 1930, una colonia de más de un centenar y medio de chinos. Su pasión lo llevo a dedicar varios lustros de su vida a la investigación de los asentamientos de emigrantes desde esa época, sus descendientes, y cómo se imbricó la forma de pensar y vivir oriental en la cultura cubana, mucho más joven y nutrida de diversas fuentes, entre ellas, sin dudas, la de China.

Dolores y su segundo esposo Santiago Hung Chang/ FOTO cortesía de descendientes

Daniel tuvo contacto con descendientes chinos en sus ancestros familiares. Su bisabuela Dolores Anastasia Bazán Márquez se casó en Rubén Lee, procedente de la provincia China de Cantón.

Cuenta, que la casa de la bisabuela era un local inmenso, parte del comercio nombrado La Gran China, ubicado en la intersección de las calles Parada y Mármol, en la Plaza Francisco Maceo Osorio, o Parque de los coches como se le conoce popularmente.

Los locales que hoy ocupan La cuchipapa y la Asociación Cubana de Producción Animal, entre otros en derredor, eran La Gran China, una tienda donde se  encontraba de todo, desde ferretería y sedería, hasta calzados y artículos de higiene.

Con el tiempo la bisabuela Dolores contrajo terceras nupcias con otro emigrante, Santiago Hung Chang, quién, se convertiría en el padre de la madre de Daniel, por tanto abuelo del realizador.

Por coincidencia los esposos asiáticos de la bisabuela, fueron consecutivamente Presidentes de la colonia China en Bayamo, y el hogar de Dolores se convirtió en el refugio de los coterráneos de sus parejas, y ella una suerte de depositaria de afectos, secretos, confidencias.

El ambiente místico y los rituales no se socializaban con el resto de la población, me comenta Casanova, pero tampoco se dejaron de hacer. Los chinos mantuvieron sus costumbres pero muy dentro de sus hogares. En el suyo, la  sazón asiática tiene un lugar privilegiado, los caldos y los vegetales con el arroz son los platos principales.

AÑORANZAS

Como un monumento a la culinaria del gigante asiático, el restaurante Chin Jai persiste en el expendio de platos con nombres chinos, pero de ingredientes y pura elaboración criolla, si bien constituye un intento por sostener ofertas gastronómicas exóticas, constituye una singular mezcla con predominio cubano.

Así mismo sucede con el consumo de vegetales verdes, poco frecuentes y comunes en nuestra dieta: apio, acelga, col china, rábanos y otros, que hacemos el esfuerzo por incluir en el menú.

No llegaron precisamente con los descendientes asiáticos, sino por los proyectos de la Agricultura Urbana extendidos en todas las ciudades y pueblos de la isla para promover el consumo de alimentos naturales, predominantes en la dieta asiática junto al arroz.

Espacio aparte merecen el legado cultural de las artes marciales, con la carga filosófica, que invita al entrenamiento del cuerpo y la mente. Vigente en la actualidad la escuela del Wusu, donde se promueve la práctica de ejercicios y los estilos de vida sana para conservar la salud. El Tai Chi, práctica de la meditación y promoción del empleo de energías nos viene de China, extendido a varias generaciones de cubanos que lo practican en parques y plazas como explosión de actitudes ante la vida para poner freno al estrés, fenómeno común en la isla caribeña donde se admira la paciencia y la flema de los habitantes del este de Asia.

El chino, la china son apodos que invaden aulas, barrios y centros de trabajo, relacionado sobre todo con la procedencia asiática al que posee ojos rasgados, sin dudas una huella genética bien difícil de diluir con el paso de generaciones.

En Bayamo persisten las añoranzas por los recuerdos, los habitantes más longevos  de los barrios San Juan y El Cristo, los más añejos de la ciudad,  mencionan  de vez en vez a Tan y Men, un comercio muy popular que durante décadas estuvo en la intersección de las calles José Antonio Saco y José Martí,  donde hoy hay una bodega. Allí dos serviciales emigrados de China, expendían infinidad de productos, a módicos precios y donde el cliente era la razón de ser, una lección de vida a la que es pertinente asomarse por los homólogos de la isla, una manera de honrar al laborioso pueblo que hoy es el principal socio comercial de Cuba en Asia.

EPÍLOGO

La Feria Internacional del Libro en su 27 edición tiene a China como país invitado. Con este pretexto a Bayamo llegan numerosos exponentes de la cultura asiática en Cuba, representantes del Instituto Confucio de La Habana. En torno a la Plaza de la Revolución se colocan múltiples stands que mostrarán diversos elementos culturales, para el regocijo de seguidores y saciar la sed de los neófitos que se introducen en este universo maravilloso.

 

 

 

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