Las posibilidades reales de Fulgencio Batista (representante del Partido Acción Unitaria) para las elecciones a realizarse en el año 1952 eran muy reducidas, pues todo apuntaba que el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) se presentaba como principal candidato al triunfo.
A raíz de esto, se llevó a cabo una campaña política que, junto con la confabulación militar, creó en la población un clima agitado, el cual estaba destinado a demostrar la incapacidad del gobierno para mantener el orden, la paz pública, y los derechos de propiedad y libre empresa.
El golpe del 10 de marzo de 1952 dirigido por Fulgencio Batista contra el corrupto, aunque constitucionalmente electo presidente Carlos Prío Socarrás derogó la Constitución de la República vigente desde 1940 y estableció una dictadura feroz.
Este porrazo marcó un punto de desviación en la historia de la Cuba de entonces. La muy compleja situación en el orden económico, político y social, además la expansión de los Estados Unidos por las Américas mantenía a la Isla en su punto de mira.
Las consecuencias tuvieron su mayor repercusión en el plano político porque contribuyeron a crear una situación revolucionaria en toda aquella aguerrida juventud que despuntaba con profundos intereses patrios.
Batista actuó de acuerdo a los intereses de Estados Unidos para impedir el triunfo de un partido progresista. Sabía que no podía hacer nada sino contaba con la aprobación de ellos. Este era el cuarto golpe de Estado en veinte años.
El momento exige la movilización urgente del pueblo. Fidel Castro, joven revolucionario con una vasta preparación política puso al desnudo las verdaderas intenciones de la asonada, denunció sin rodeos a su cabecilla y encontró el camino justo para combatir con éxito a la tiranía: desencadenar la insurrección armada popular.
“Su golpe es (…) injustificable, no se basa en ninguna razón moral seria ni en doctrina social o política de ninguna clase. (…) Su mayoría está en el Ejército, jamás en el pueblo. Sus votos son los fusiles, jamás las voluntades; con ellos puede ganar un cuartelazo, nunca unas elecciones limpias…”, expresó Fidel públicamente en un manifiesto escrito pocas horas después del cuartelazo.
Con la lucha armada Fidel trazó su estrategia de lucha; tenía bien definido que: ni pueblo sin armas, ni armas sin pueblo. El pueblo es el alma de la revolución.
El golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 significó el surgimiento de una generación política con un nuevo líder, Fidel Castro echaba sus anclas a navegar con proa segura.
Había escrito “¡Revolución no, Zarpazo!”… “De principios se forman y alimentan los pueblos, con principios se alimentan en la pelea, por los principios mueren”.
Los acontecimientos ocurridos aquel día desunieron el ritmo constitucional en el país, aplastaron las pocas libertades de entonces, multiplicaron la persecución, la tortura y el crimen.
Los cubanos de hoy levantamos las ideas para recordar a aquellos que cayeron combatiendo a la dictadura desde lo más intrincado de nuestras montañas hasta las ciudades para hacer realidad las conquistas de la revolución que triunfó el primero de enero de 1959.