Manzanillo.- Sin apartar las limitaciones de recursos, medios y combustibles, el avance de los programas agropecuarios de esta costera localidad de Granma  demanda para este año consolidar estrategias y creatividad, nacida del ingenio y la voluntad del campesino.

Ello favorecerá el expectante salto de solidez de una tarea para la cual se requiere de ayuda externa porque aquí, según los especialistas del tema, es improbable el autoabastecimiento de once libras per cápita en la mesa familiar.

La afirmación debe acompañarla el trabajo constante sin dormir en los laures de la complacencia y el triunfalismo: la labor de hoy tiene reflejo en el rescate de amplias zonas cultivables como las del Polo Caño Adentro, que ya rinde frutos y las de Troya y Jibacoa, aun en fase de despegue.

Al quehacer agropecuario manzanillero no le puede faltar el ímpetu de cientos de manos en fines de semana de labor voluntaria como sucedió en el almanaque precedente convencido de que la cosecha siempre será colectiva.

La agricultura urbana y suburbana es otra historia en la que disciplina, organización, exigencia y resultados son los ingredientes principales de una misión que está a la vista de todos.

Y a la evaluación de los consumidores no escapa ahora mismo la imagen de “Los Gigantes”, el más grande de los organopónicos de la Ciudad del Golfo de Guacanayabo, empequeñecido en productividad.

Un programa bien diseñado con acciones encaminadas a rejuvenecer las cuatro hectáreas de tierra del lugar será quizá el paso a la bonanza de hortalizas, vegetales y frutas de la pobre imagen del presente.

Si algo no depende de coser y cantar es la agricultura, y ello lo conocen bien sus protagonistas. Hay que seguir mirando a la tierra, sostener fuerte los pies al surco y que el sudor llegue convertido en alimentos a la mesa todos.