Santa palabra o cuestiones del lenguaje

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Por Luis Carlos Frómeta Agüero | 2 diciembre, 2020 |
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Hasta hace poco tiempo, la máquina de escribir y las hojas de papel facilitaban cualquier escrito de interés entre dos o más personas, acorde a lo establecido en un proceso comunicativo normal.

Los conocimientos gramaticales, tipográficos y semánticos, aprendidos desde edades tempranas, cobraban, con el pase de grados, mayor intencionalidad y coherencia, aunque en honor a la verdad, algunos personajes pasaron por alto tales conceptos.

Razón tenía la profe Magalis en sus conferencias al afirmar: la lengua es una materia viva que evoluciona adaptándose a las condiciones de usabilidad de las sociedades. Hasta ahí las clases.

Resulta que ahora los “Facebookonos”, para llamar de alguna manera a quienes emplean esta vía comunicacional en la Internet, sustentan el discurso bajo un paradigma interpretativo que aceptamos, casi sin darnos cuenta. ¿Guasapeaste?, entonces continuamos.

Si la escritura contemporánea en las redes sociales influye negativamente en nuestro idioma, es porque reaccionamos amablemente frente ellas.

Y como la lengua vive en constante transformación y pertenece a los hablantes, no a las autoridades, nuestra gente se expresa como mejor le viene en gana, sin que medie llamadas de atención, multas o contravenciones. ¿Tuiteaste la idea?

Sin embargo, fisiculturistas .rehabilitadores y fisiatras de reconocido prestigio consideran que Tuitear y Googlear, más allá de su incidencia en los escenarios virtuales, son palabras que, articuladas debidamente, ejercitan los músculos faciales, entonces…¿T kejas o no t kejas?

La modalidad escrita ha cambiado su forma, ahora disfruta la cercanía a la expresión oral y asegura que nunca antes le había sido tan fácil redactar una nota para un gran público, aunque la buena o mala redacción dependerá siempre del otro sujeto, el humano.

Los catedráticos jugarían un papel preponderante en esta cruzada si crearan una especie de método teórico práctico llamado: Cómo escribir mejor en las redes sociales, seguro estoy que los compañeros de la Real Academia de la Lengua Estofada, agradecerían de por vida la innovación.

Desde hace algunos meses, ciertas tendencias lingüísticas dejan boquiabierto al más encumbrado catedrático, al multiplicarse en franca competencia con los “caza colas” del barrio. ¿Lo duda? , trataré de ejemplificarlo.

Ahora resulta que al vocablo madre, le llaman “fábrica” y el “producto” es el hijo, por su parte madrastra es la “empresa mixta”, hacer el amor es “proceso productivo”, cama la “zona franca” y matrimonio el “plan de inversión”.

Y como al que no quiere caldo le dan tres tazas, al triángulo amoroso le llaman “conglomerado industrial” y la visita de los suegros a casa la denominan “auditoría”, en fin, lo de nunca acabar. ¿Se da cuenta?

Razón tenía el adelantado Faustino Oramas, El Guayabero,   precursor del doble sentido cuando dijo: Aperi librum et animam tuam aperiet. Abre un libro y abrirá tu alma. ¿Se da cuenta el por qué?

He dicho.

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