Sentir a Fidel

Share Button
Por Osviel Castro Medel | 3 diciembre, 2019 |
0
FOTO/ Autor desconocido

Aquella mañana vi a Fidel por última vez. Iba envuelto en fuego, no en cenizas; llevaba el verde en la intensidad de las voces,  en los niños que se trepaban en los hombros de los padres para mirarle el nombre estremecedor.

La Carretera Central solo destilaba silencios, a veces  se escuchaba el rumor emocionado de: “Ahí viene” y eso hacía la hora más densa en sus grises casuales; a ambos lados de la senda se posaban caras pintadas con su rostro o sus cinco letras, personas que pasaron la noche anterior hablando con la almohada o relatando a sus hijos anécdotas del héroe venido de los cedros y las rebeldías.

Era sábado, 3 de diciembre, y  Fidel había salido de Bayamo, después de un reposo en el antiguo cuartel que llevó el nombre del Padre de la Patria.

Me había ido, por azares de la vida, a Cautillo Merendero, el barrio donde crecí oyendo hablar de las proezas de su pecho, de la inmortalidad de su frente, de la magia que habitaba más allá de su barba y su verbo.

En la espera, miraba las aulas donde un día me enseñaron versos de un gigante y de un julio de absoluciones históricas, y les vi más pupitres y más alumnos, una bandera más alta flotando en la plaza que antes no existía.

Miraba las manos de los que aguardaban el momento, los teléfonos prestos a grabar el paso de la caravana solemne, camino al Santiago de tantos amores y pruebas. Miraba, de pie, encima de un banco de concreto, la tristeza de las mujeres, el forcejeo subrepticio por tratar de estar más cerca de la carretera.

Era sábado y de pronto el silencio se trastocó en gritos, en “Ay, Fidel…” “Te amo, Fidel”, “Yo soy Fidel”.  Él iba en un vehículo sin techo, en la parte trasera. Pasó rapidísimo y aquellos segundos parecieron de otro tiempo, un sueño o una pesadilla …

Apreté el obturador de la cámara y apenas alcancé a hacer dos fotos. Al mirarlas, vi entre la poca nitidez, las lágrimas en primer plano, los ojos vidriados,  el gesto de pesar.

Cómo iba a sospechar que mi despedida iba a ocurrir en el mismo lugar donde lo miré incontables veces formando nubes en mi imaginación infantil, en el mismo sitio donde se me hizo hermosa tarea escolar y poema enamorado.

Aquella mañana de hace tres años vi a Fidel por última vez. Aunque… después lo he visto y lo he sentido tantas veces… en la llanura y el puente, en las estrellas y palabras, en la plaza y la ruta, en la infinidad de un canto, en el sentimiento de estas letras.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *