Para la investigación fueron pesquisadas más de cuatro mil madres primerizas, a las cuales se les realizaron estudios científicos detallados como el análisis de la placenta y la sangre materna.
Los científicos descubrieron que el perfil genético de las placentas de los bebés de ambos sexos era muy diferente en relación con el sexo del mismo y que uno de los genes placentarios únicos relacionados con el sexo controla el nivel de la molécula espermina.
Esta pequeña molécula es un metabolito -sustancia involucrada en el metabolismo- que desempeña un papel importante en las células es incluso es esencial para el crecimiento de algunas bacterias.
Las placentas femeninas tenían niveles mucho más altos de la enzima que produce la espermina y las madres registraban niveles más elevados de una forma de esta molécula en la sangre en comparación con las madres embarazadas con bebés varones.
Igualmente se determinó que las células placentarias de los niños eran más susceptibles a los efectos tóxicos de un medicamento que bloqueaba la producción de las mismas, lo cual proporcionó evidencia experimental directa sobre las diferencias relacionadas con el sexo en el metabolismo placentario de la espermina.
Gordon Smith, líder de la investigación, dijo que ‘en el embarazo y parto, el sexo del bebé está a la vanguardia de la mente de muchos padres, pero ni siquiera pensamos que la placenta tenga sexo. Este trabajo muestra que la placenta difiere profundamente según el sexo’.
Las diferencias encontradas alteran los elementos de la composición de la sangre de la madre e, incluso, pueden modificar el riesgo de complicaciones del embarazo, aseguró.
Smith destacó que ‘entender mejor estas diferencias podría conducir a nuevas pruebas predictivas y posiblemente incluso nuevos enfoques para reducir el riesgo de un mal resultado del embarazo’.