Una de esas jornadas en las que Mayra Martínez Díaz montaba a caballo para hacer mandados, visitar algún amigo o quizás disfrutar del paraje montañoso, sufrió un accidente. De repente perdió el control sobre el animal y su brazo derecho quedó astillado.
Tenía solo 16 años y casi perdida la esperanza de ser una modista o agricultora como pensaba desde niña. En la segunda operación los médicos lograron solo fijar la extremidad de aquella muchacha, residente en Santana de Nagua, Bartolomé Masó, en la suroriental provincia de Granma.
“Ahora muevo todos los dedos menos el pulgar y la muñeca”, indica tras mirar su mano otra vez.
“Está medio inmovilizada. Estuve mal”. Hace una pausa en la conversación. Vuelve sus ojos al módulo de herramientas que a partir de hoy promete mejorar su vida y afirma sonriente “pero yo hago de todo con esa mano”.
Luego de una pausa asegura; “cultivo café, vianda y hasta deshierbo”, y lo demuestra con azadón en la mano para primero hacerse una fotografía y luego probar el filo de la nueva herramienta con la yerba a ras de tierra.
A partir de hoy cuenta que será menos complicado realizar esas labores porque forma parte del proyecto de inserción laboral, auspiciado por Hándicap Internacional y la sede territorial del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
“La Asociación de Limitados Físico-Motores (Aclifim) en el municipio me incluyó dentro del proyecto”, dice. Luego recibió una preparación y un módulo de herramientas.
Refiere que junto a su esposo “negro”-como ella lo llama- harán una hortaliza. “Sembraremos vegetales y malanga, pese a que no llegó dentro del kid una turbina, necesaria para el regadío”.
“Así pretendo beneficiar tanto a los vecinos, la familia como a mí”, expresa con su acento de entre cortadas palabras.
“La verdad que no pensé nunca en esta posibilidad”, dice mientras de reojo mira los dos rastrillos, la carretilla, más de 200 metros de mangueras, y el resto de los instrumentos que dentro de unos días dejaran de estar subutilizados. “Trabajar eso es lo que falta ahora”.
“Siempre me ha gustado cultivar y criar. Mi papá me enseño desde pequeña, yo le ayudo todavía en su finca”, precisa.
Esta mujer, afable pero sobre todo emprendedora no entiende de limitaciones. Cada amanecer se convierte para ella en una oportunidad en aras de demostrar que la discapacidad no constituye una barrera ante sus metas.
Hace 15 años esta campesina es miembro de la Asociación de limitados físico-motores de la provincia, a la cual agradece infinitamente igual que a Hándicap Internacional, por la ayuda que recibió, que asegura se revertirá en un bien común.