Desde su debut internacional en los Juegos Panamericanos de Cali 1971 hasta su despedida en el Mundial de Reno-86, fue siempre el más seguido por los medios de difusión, y el más respetado encima del ring, merced a su mortífera pegada.
En Juegos continentales tuvo una linda historia el boxeador de mortífera pegada, nacido el 29 de marzo de 1952 en el poblado del central azucarero Delicias, hoy perteneciente al municipio de Puerto Padre, en la oriental provincia cubana de Las Tunas.
En la cita colombiana perdió en semifinales con el estadounidense Duanne Bobick, el mismo rival que lo lanzó al estrellato al año siguiente en los Juegos Olímpicos de Munich, pero esa es otra historia.
Cuatro años más tarde ya era toda una estrella y sin mucha oposición conquistó el cetro máximo en México-75, al igual que lo hizo en San Juan-79.
A diferencia de algunas figuras de su generación y de casi todas las que vinieron después, Stevenson tuvo en su propio país a un rival de gran nivel, el pinareño Ángel Milián, con quien sostuvo varias peleas muy recordadas por la entrega y la valentía de ambos sobre el encerado.
En un par de ocasiones se decidió otorgar dos medallas de oro en la categoría superpesada para que estos dos demoledores de huesos no cruzaran guantes, con el consecuente perjuicio para uno de ellos, o ambos, y pérdida en definitiva para el boxeo cubano.
Por eso también faltan más medallas regionales en el palmarés de Stevenson, ya que se le dio también oportunidades internacionales al gigante pinareño.
Sin embargo, no fue con Milián con quien Stevenson perdió más de una vez, sino con el desconocido Igor Visotsky, un púgil ruso de escasos recursos técnicos, pero de resistencia a toda prueba y también fuerte golpeo.
Dos veces se vieron las caras en el encerado y en ambas ocasiones triunfó el europeo, único en el mundo que logró tal hazaña sin sufrir el desquite del cubano: en el Cordova Cardín de 1973, y tres años más tarde en un torneo internacional en Minsk, hoy Belarús.
No obstante, Visotsky no llegó a ser nunca el número uno en su país, la entonces Unión Soviética, donde pululaban los boxeadores de calidad en las divisiones grandes, y por eso su mayor orgullo fue y será haber derrotado en par de ocasiones a Stevenson.
Pasado el tiempo, en 2006, Visotsky confesó en una entrevista que el cubano era como un hermano para él y nunca había visto púgil similar: ‘Todavía creo hoy que es el mayor boxeador amateur de todos los tiempos y todas las civilizaciones’, declaró.
TRES OROS OLÍMPICOS
Medallas de oro en tres Juegos Olímpicos convierten a Stevenson en el peso completo más extraordinario del boxeo amateur y en uno de los más grandes en cualquier división de todos los tiempos.
La primera llegó en Múnich 1972, cuando se reencontró con Bobick, quien era considerado la Gran Esperanza Blanca por la prensa norteamericana, según la cual se encargaría de opacar el reinado del legendario Joe Louis o del mismo Mohamed Alí.
Sin embargo, sobre el cuadrilátero bávaro chocó con la potente diestra de Stevenson, quien lo lanzó a la lona para toda su vida, ya que nunca más pudo brillar.
De ahí en adelante, el tunero conquistó uno tras otro los títulos mundiales dirimidos de La Habana 1974, Belgrado 1978 y Reno 1986, los dos primeros en la categoría de más de 81 kilogramos y el tercero en más de 91.
En ese mismo orden llegaron sus coronaciones olímpicas en Munich 1972, Montreal 1976 y Moscú 1980, y además reinó en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Santo Domingo 1974 y La Habana 1982. En total fue 11 veces campeón nacional y una vez subcampeón, y cosechó además nueve medallas de oro en el tradicional torneo internacional Giraldo Córdova Cardín in Memóriam, considerado en su época más fuerte que un Mundial.
Fue solidario con la decisión cubana de no asistir a los Juegos Olímpicos en Los Ángeles 1984, donde habría tenido la posibilidad real de lograr cuatro títulos en citas cuatrienales del músculo, y no dudamos que los hubiera alcanzado.
Stevenson fue tentado a firmar como boxeador profesional y estuvo a punto de concretarse una pelea suya contra el legendario Mohamed Alí, pactada por cinco millones de dólares en premios, pero finalmente el combate nunca se llegó a efectuar.
Nunca resultó noqueado. Su pegada era demoledora y en más de una ocasión solo con el jab puso fuera de combate a su rival de turno. Así llegó a conquistar todos los títulos que confiera la Asociación Internacional de Boxeo Amateur.
Entre estos premios se incluyen la Copa Val Balker, concedida el mejor púgil del planeta, hasta el trofeo Fair Play por su caballerosidad sobre el encerado.
Colgó los guantes en plenitud de facultades, en 1986, y se despidió del mundo con el cariño que su pueblo siempre le profesó.