Torrente de bondad

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Por Roberto Mesa Matos | 12 junio, 2017 |
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Aleida (al centro) con sus hijos y demás familiares.

Manzanillo.- Aleida Pérez es un torrente de bondad y cariño, filosofía y certeza de vida, que comenzó a tejer con los hilos del amor y la dedicación desde que abrió los ojos el 11 de junio de 1917.

Camino de mucho trabajo, de alegrías y sinsabores a los que siempre antepuso la firmeza y seguridad de la mano de Cándida, la progenitora, que la acompañó por ¡105! años y los hermanos Margarita y Máximo, que gustaba llamarle Yin.

 Granma, tierra de superlongevos

A un siglo del primer amanecer, Aleida me dice que nunca bebió ni fumó “porque eso se ve feo en una mujer”, afirma sentir predilección por los helados, el jugo de frutas, el color morado y los domingos en las tardes “no hay quien me aparte del televisor porque me encanta el programa de música campesina Palmas y Cañas.”

El tesoro más grande: Virgen, Margara, Ernesto, Narciso, Reynaldo, Jorge y Migdalia, los hijos; los 16 nietos y una cifra similar de biznietos y tataranietos.

Escucharla hablar son minutos de deleite y experiencias: “Feliz, muy feliz por este regalo de la vida, de Dios, permitirme llegar a esta edad. Me siento muy bien y te aseguro que me queda mucho.”

“Siempre hice bien, eso no tiene comparación con nada: la persona que viene a tu casa lo hace por el placer de conversar contigo, entonces ella no tiene culpa de que te sientas mal por algo. La amistad es una cuestión sagrada para mí.

“Mis cuatro varones y tres hembras son mi vida, a ellos los eduqué como hombres y mujeres de bien y creo que esa retribución la tengo hoy: hijos, amigos. ¿Qué más le puedo pedir a la vida?”

Aleida Pérez acaba de cumplir cien años de edad. Hoy, recibe el beso de la familia, el abrazo de los amigos y ella regala la más tierna y hermosa de las sonrisas, torrente inagotable de bondad y cariño.

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