Quizás envidioso de las aventuras bélicas de varios de sus antecesores, Donald Trump necesitaba emprender una personal guerra de rapiña en cualquier confín.
Adicionalmente, al verse en peligro por el juicio político que amenaza su encargo presidencial, debió acometer una acción desesperada para corregir el tiro, según él.
¡Pero de qué mala manera! Ya la opinión pública norteamericana que le es adicta, e incluso globalmente se le mira a través de otro prisma desde que ordenara el asesinato del general iraní Qasem Soleimani ocurrido en Iraq.
Este comentarista resalta la horrible palabra porque no solo sus opositores del partido demócrata, sino varios correligionarios del actual inquilino de la Casa Blanca, desde su propio partido, insistimos, la usan porque lo ocurrido no tiene otro nombre.
Ya muchos miran con recelo a su presidente (¿electo o impuesto por las triquiñuelas electoreras?) y lo ven con desconfianza porque quien asesina a mansalva no se detiene ante nada y es importante valorar detenidamente la justificación del magnate neoyorquino: “Tomamos acción para detener la guerra, no para iniciarla”.
¡Acabáramos! salvo en las sagradas escrituras, nadie que reciba una cruel bofetada expone su otra mejilla para que vuelvan a machacarlo: jamás una persona o país manifiesta ternura a su ofensor.
Ultimar al reconocido y ahora venerado general iraní fue una decisión “a pepe”, como decimos los cubanos, pues Trump la tomó sin tener en cuenta la opinión del Congreso.
Y mire usted querido lector: precisamente este jueves ese órgano legislativo votará una resolución limitante de los movimientos del presidente para iniciar cualquier acto ofensivo contra Irán. Esperemos que le aten las manos a ese orate peligroso.
Por Atilio Borón llegamos a la reflexión de James Carter ex presidente norteamericano: “EEUU estuvo en guerra 222 de sus 243 años de vida independiente”…!asombroso! Una simple operación aritmética indica que en todo ese tiempo el país norteño solo tuvo 21 años de paz.
Son más de dos siglos de tragedia, recordemos las lágrimas a uno y otro lado del océano, las palizas en Viet Nam y otras conflagraciones supuestamente exitosas, que no solo conllevaron el luto a los “oscuros rincones del planeta”, sino también a cientos de miles de hogares norteamericanos temerosos ante la probable llegada de un correo militar con la fatídica noticia de la muerte de un soldado.
Trump necesitaba emprender otra guerra para limpiarse ante su electorado y, sobre todo, instrumentarla por el petróleo de esa rica región del Medio Oriente que es otro super objetivo.
Ya resuenan voces justas y autorizadas que se oponen a la beligerancia, pues Trump quería su propia guerra y ya la tiene, dos bases militares yanquis fueron atacadas y se sabe cómo comienza una “bronca”, pero nunca como termina.
¡Que la razón se imponga!